sábado, 29 de septiembre de 2012

Lecturas de septiembre




Todo cuerpo en un campo de fuerza conoce la desmesura y el equilibrio, la gracia y el miedo, la voz no vectorial de los azares. Todo cuerpo, todo el cuerpo. Rompe y se rompe, cruje y resiste, se endereza la falda, se imanta, se polinuclea. Reza a Heráclito, respira por las grietas. Con suerte, aprende a ser movido por la luz.

O eso dicen las señales de vuelo, canto y silencio de ciertos pájaros en este cielo.


Dividido en tres partes que tienen como trasfondo el atardecer del 10 de septiembre de 1973, la noche entre el 10 y el 11 y el amanecer del 11 de septiembre, día del golpe militar en Chile, Zurita es tanto el nombre de un libro y de un autor, como la cifra de una voz que es ocupada por infinidades de otras voces en las que confluyen simultáneamente uno de los episodios más heridos de la vida de un país, una historia privada (la de quien escribe) y las demoledoras imágenes; muchedumbres vueltas cenizas, ciudades arrasadas, genocidios, dictaduras, que hicieron de la última centuria la más cruenta que haya conocido la humanidad. Escrito en un presente inmediato y a la vez como si todo lo que se narrara hubiera sucedido hace millones de años, las casi 800 páginas de este libro van trazando un fresco en el que la poesía se transforma en novela y la novela en historia.
Zurita es la obra más importante de un poeta crucial de nuestro tiempo y una de las apuestas más arriesgadas de la desoladora literatura con la que ha comenzado el presente siglo.


Zurita es la experiencia poética manifestándose en toda su belleza y sonoridad,
y también en su potencia liberadora.
PATRICIO PRON


Zurita es un poeta de una convicción y de una fuerza en verdad inusuales;
el personaje que construye, y que revisita un infierno muy de este mundo,
aparece frágil, angustiado, a un paso del colapso sin retorno;
pero la escritura que de él se destila despliega un rango completo,
capaz de abarcar lo fútil y lo sublime, el detalle y el sistema.
EDGARDO DOBRY


El libro se torna en fragmentos y series de libros, poesía visual y fotografías, palabras como imágenes e imágenes restallando en palabras siempre como músicas heridas, desgarros, quiebras, roturas, trazos y “trozos”…
ANTONIO COLINAS


Zurita es un libro total hecho de fragmentos, ahí radica su diferencia con los grandes relatos totalizadores. No pretende ser el gran relato de los vencidos ni de su revancha. Tampoco ser el relato completo de una vida.
Zurita es sobre todo un libro de memoria.
JUAN SOROS



Ben Clark es exponente de un tipo de poesía socialmente comprometida, atípica por su combinación de tres factores —precisión formal, estilo coloquial, descentramiento de la voz poética— que, si bien de modo independiente están presentes en buena parte de la lírica actual, reunidos en un mismo texto generan un cóctel altamente inusual para el lector. Sorprende especialmente la fluidez de su métrica cazada al vuelo. Clark se esfuerza en recordarnos que —aunque lo ignoremos— la mayor parte del tiempo hablamos en endecasílabos y heptasílabos con acento en sexta. Para muestra, un botón: «De no ser el que soy / hubiera deseado ser Ronaldo».

Basura relata la conversión del mundo en materia de desecho, nos recuerda que Londres es una ciudad con más ratas que humanos y dedica toda una sección a los Hermanos Collyer, uno de los ejemplos más extremos del síndrome de Diógenes. Con este libro, Clark se aproxima a las preocupaciones ecológicas de uno de los renovadores de la poesía social en nuestros días: Jorge Riechmann. Ambos comparten la aversión a los excesos líricos, el gusto por la exactitud en la descripción anecdótica. Ambos exhiben una alabanza sin tapujos hacia la sencillez, subordinan la escritura a la cotidianidad y la cotidianidad al inconformismo. Se les puede calificar de ingenuos y críticos al mismo tiempo sin problemas.

Forma y contenido se hacen indistinguibles a lo largo de este poemario: la voluntad minimalista de trascender lo dicho con pocas palabras se entrelaza con el gesto de autocontención propiamente ecologista. «Escribir poco en un país de excesos» es su lema. Ajeno a todo discurso panfletario, el posicionamiento político de Clark es indirecto. No recurre a la manida condena moral. Deja, por contra, traslucir un sentimiento de malestar a través del ambiente social que describe. Las conclusiones quedan reservadas para el ámbito de la praxis, la intervención real en la modificación de lo existente. El poema son sólo las premisas, el razonamiento —y el paso a la acción— es tarea de los lectores.

ERNESTO CASTRO CÓRDOBA


Las tres obras son de Ediciones Delirio.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Carta


Hubo una canción que has olvidado,

gritos de niños hambrientos tras la puerta,

hubo funerales que siempre negaste y a los que jamás fuiste,

en fin…

un gran montaje barato que te empeñaste en llamar vida.


Allá por los noventa te envolvía una cascada de labios rotos cayendo en las copas,

teléfonos descolgados,

peleas con saxofonistas,

una señora sin pechos que no paraba de aferrarse a tus hijos,

rumor de cartas de poker y navajas.

Te perseguía una nostalgia musical

y una depresión post-soviética

que ni los veteranos de guerra - como la abuela- lograban explicarse.

Por los noventa, recuerdo que te codeabas con pastores protestantes,

sus mujeres putas y ateas

y te ibas a Odesa en busca de complicaciones

a humillar mujeres

y enseñar sueños de botella y puño a dos chavales que compartían cama.


Pero al grano:


Sabrás que ya rondas los cincuenta, supongo,

y que ni Moscú

ni mucho menos Madrid o Barcelona

o Salamanca, Oviedo u Oporto,

Lisboa o Roma,

Niza o S. Petersburgo

creen en las lágrimas;

sabiendo eso,

entiendo que la llamaras Alexandra,

que te exiliaras del exilio,

que fueras rematando corazones por las saunas,

celebrando aniversarios con Natasha,

haciéndote el soltero,

entiendo que la niña desconozca que tiene dos hermanos

y que siempre será española por muy imbéciles que sean sus padres;

entiendo que es más bonito el Chernobyl que el Teide

y que aunque no crezca escuchando a Sabina - como nosotros-

siempre podrá poner a Rozembaum o Vysotskiy

y soñar ser una princesa guache nacida a los pies de la señora negra

y mandarte, con toda la razón del mundo, a la puta mierda

por cobarde y pollafloja.


Tu marcha, lo reconozco, supuso una temporada de días claros,

un extraordinario antidepresivo,

mudanzas y hogueras de nueve estaciones consecutivas.

Tu marcha fue, al fin de cuentas, alegre e insignificante.


Ahora te presentas como al que han echado de alguna parte,

y todos parecemos hijos de tu madre

y somos unos huérfanos ladrones,

unos españoles artificiales que no comprendes cuando hablan.


Recuérdalo,

ya no tienes veinte años;

quizá te atormente la impotencia, la próstata(k),

quizá tengas que sentarte en el wáter,

pedir a Natasha que te frote la espalda,

hacer de abuelo sin que tus hijos sean padres,

recurrir a las lecturas y dejar los vicios,

pasear en tranvía o esperar que te saquen en coche de paseo…

y si algún día combates el orgullo,

la cobardía o la costumbre,

la incompetencia lingüística,

la chulería de los bares ochenteros,

el rencor, o el miedo, o como diablos lo llames

siempre te quedará divorciarte de nuevo

y que los poemas que sigan vayan firmados con tu nombre

pero en femenino.

domingo, 16 de septiembre de 2012