domingo, 7 de febrero de 2010

simpl e insomne




me vuelvo
a encontrar, simple,
ante la zambra
ensombresida/o el contacto
perdido de tú y mis poemas.


me vuelvo,
y ahí, me reconozco
mirándome a mí mismo,
de ambos lados de la carretera.


el yo simple:
un preso entre sentencia y sentimiento,
un ruido acuchillado
por la noche,
la voz que calla tanto
como dice.


y bien...

me veo.
frente a frente,
yo a yo,
simple a insomne.


me vuelvo
sobre mi rostro ciego.
olvido llanto y poema en la hoja.
el ruido de la gente,
y el martilleo eterno,
incesante, que se imita,
del sigue!, del sé!
igual.
eco de silecio roto
q me llama.
ceniza
de lo mismo.



me miro, él mira,
nos miramos...



a un lado se amontonan
todas esas calles,
el ruido de ruedas,
de gente, de pizadas,
de salpicados charcos sin melancolía,
de cirenaicas sirenas,
de luz, de miopía,
de gente que se olvida ver
y solo sigue...
insomne sigue
por la infinita noche.


al otro lado
calla el día.
amanece la luz crepuscular
entre las simples sombras.
hay ecos,
pero aún viven,
simples ecos
que callamos,
que nos callan.


el yo insomne se ve arrastrado
por la acera,
unos pasos,
que no persive que lo mueven,
unos que lo sumerguen en la noche.


el yo simple se sumergue en sí mismo
en el aleteo suave de sus
susurros,
en su sinceridad callada que habla sola.


me observo, él mira.
y esa pausa del tiempo,
ya barrera,
asfáltica y veloz,
de tiempo y agua sucia,
recuerda la insignificancia
de horas, de segundos,
que nos cautivan.
horas huidas,
huidas horas que perdimos.
que nos pierden.

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