miércoles, 14 de diciembre de 2011

El Despundio




La calle era un plazul inmenso de rincojos y motrillos rubeznos en la insomne llanura de los aristórquicos. Todo se llenaba de morfidias al abrir las abandonadas antroposodias que los ocupas dejaban al irruto paso de su prestaz abandono. Los escaparates exóridos reposaban en los charivos que salpicaban la acera como deformes cariátides picatescas en aquel caos ixírico de la tóprica morfidia, repetida en Doratel durante la fugaz retrea del 15 de febrero de 1955, durante veinte plocazos.
Dorian, itínelo, dismórfobo, jamático, bajaba la cinérea vía de Traboll para encontrarse con Melín tras la oculta mafolada del suberidio.
Retrocedía al fin la bruma de aquellos lejanos días jugando a muerte y peñol con el bribel de los primeros gritos jubilosos de los mórfidas callejeantes. Falantre había caído lenta y tetráneamente al inexorable paso del tiempo. Falántreos y égodas se refugiaban en la breleja de llantinas y escortajos de la Madre Égoda, tan defensora ella del falantre supremo.
Pero nada podía hacerse ya contra el brillante júbilo que anegaba las calles. Habían salido todos los solonos salusando su victoria. ..
Dorian sonreía etroando los britones al ver ya de lejos la silueta de Melín. Bifió escandalosamente la atrocada calle y sin poder irrutarse besó sin más a la muchacha aún desconcertada, que no lograba peribar lo acontecido la noche del despundio final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario