Mear tiene algo de espera,
algo de esa espera enfermiza de cuando llegan los amigos.
Mear tiene algo de rumor espumoso que mancha las tazas de los waters
y por consiguiente las barras de los bares,
y anega las gasolineras de olores viajeros,
y nos recuerda que uno ha sido niño y a penas se la encontraba.
Mear tiene gusto a suspenso, a itinerario perdido,
a noches en burbujas de canabis,
tiene un hilo elástico de relación podrida,
de arena renal mezclada con esperma…
Mear es el paraíso de las seis de la mañana.
Mear recuerda eso de esculpirle de amarillo el corazón a una madre.
Mear si fumas atrae nubes grises al cuarto de baño,
invita a sentarte y descubrir secretos a la sucia boca del trono.
Mear invita a escuchar a los vecinos,
a imaginar que eres el agua que recorre la espalda de aquel que está al otro lado del tabique,
me temo que mear es una limpieza de lo sagrado
- ni dioses ni demonios mean, ni beben, ni lloran, ni se corren, ni se desangran-
Nuestro baños
- ya sabéis que cuando escribo de verdad siempre escribo sobre hombres-
están diseñados para que el chorro juegue a hacer burbujas en el charco,
todos los que tengan amigos con buena puntería
habrán oído ruidos animales- tipo camello o toro- salir en cascada del retrete.
Mear sin duda tiene ese típico dorado
pero a veces anuncia complicaciones o preludios a la muerte (con manchas rojas)
piedras en el riñón o transplantes (con gritos e insultos)
y en esas ocasiones el color no se aprecia por las manchas y estrellas que causa el daño en la vista.
El charco de meada en la boca del water
es un espectáculo humillante que cualquier persona decente mira
(independientemente de la adicción a la lluvia dorada).
Mear meando la meada
es sacarse tibias miradas de los ojos,
y sonreír sin que te vea nadie
y en ocasiones ahorrar agua y evitar ruidos.
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