A Luca, a Raquel,
a Jorge, a Fran,
a Pedro, a Bea,
a Belén, a María,
a Míguel y a Ana.
Suponte que me dejas sentarme en tus rodillas,
contarnos lo borrachos que hemos estado,
que hay días que son madrileños en y para todo el mundo,
y nos inunda la locura para arrancar rincones a bocanadas
a las malditas farolas estivales
donde tantas veces nos hemos desencontrado.
Suponte que ahora es aquella tarde,
que no vamos al "Leonardo"
ni hay tertulias firmadas con tu nombre
a las que vienen las lunas jacobinas
a hacerse los idiotas intelectuales mientras orbitan.
Suponte que todo queda en nuestros nombres,
en una espera inexistente,
en prosa que nos recitáramos a los ojos,
en suelo manchado de desnudez y miedo.
Suponte que me dejas meterme en tus cuadernos
y me rellenas con todos los nombres que has pisado,
y me presentas a todas las mujeres que hiciste niñas,
a todas las niñas que has hecho putas,
a todas las putas que has vuelto madres
y lloras lágrimas artificiales en mi no hombro
para consolar mis agujeros de ozono
que ya no admiten no admitir tu sexo barato
en los pocos escondites de mi casa
que de sobra conoces.
Nunca lo he dicho
pero yo sí creo en las despedidas,
en los finales donde malos y buenos mueren,
en las estaciones sin trenes ni esperas,
en los aeropuertos abandonados como naves
donde se fabricaban calcetines de lana para el invierno.
Creo en esas despedidas que te vuelven (sí, a ti) distinto,
en los finales que anuncian otros finales rotos,
creo en esa cuerda que al tirar hace frenar
los vagones de las comedias,
en los de las monedas fantasmales
y las campanadas de latón en el metro neoyorquino.
Nunca te lo he dicho pero creo en ti.
Creo en que te pesen las noches
y que tengas los dedos, los dientes y los días más que contados,
que te cortes al ver tu imagen en el espejo
y que sepas que si necesitas un refugio
- mis brazos no es necesario que lo sean-
siempre tendrás cerveza y mantas
para oir amanecer las campanas desde mi cuarto.
Creo en ti porque nunca has creído en nadie,
porque has oído perdición y te has perdido,
porque has acabado viéndote en otros cuerpos y te has muerto,
porque te has imaginado hundiéndote y te has hundido
sin pensar en nadie.
Creo en ti por hacer de las últimas noches las primeras,
por acariciar mis libros, mis poemas... y dejarme los tuyos,
por decirme de forma tierna realidades duras,
(por manchar de ti mi cama y no dejarme disfrutar de ello).
Creo en ti por ponerte cachondo con mis sueños
y por hacerlos doblemente realidades,
por irte y destruir esa ciudad que solo será nuestra
de Luca, de Raquel, de Jorge, de Fran, de Pedro,
de Dimas, de Bea, de Belén, de Míguel, de María y de Ana.
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