domingo, 8 de abril de 2012

Dones Voraces


Aprendí a cortar minutos con Martín Sosa
a ser vulgar y triste y gustar con Miller.
Aprendí el arrepentimiento absurdo y el reproche frente al espejo
viéndome, acaso por desgracia, mas Jaime que esta arquitectura de temores.

Aprendí a trazar silencio en los gritos
el vicio del vintage gay de marineros argentinos
y una irrevocable desolación de en y por todo… gracias a Carlitos y Cernuda.

Aprendí a ser perra enferma y puta
y a gustar solo con ropa,
aprendí que mi desnudo daba risa después del sexo,
que me dolía la espalda y las palabras y el llanto sin razón y las borracheras,
con aquel primer hombre que fue de todos y aún es de nadie.

Pero en este hoy interminable
aprendo a no dormir, a arrastrarme hacia la madrugada,
a ver pasar borrachas mis vergüenzas sin avergonzarme,
a elevar la melancolía al nivel de arte.
Aprendo a seguir viviendo gracias a ti , ser vacío,
maltratador, autoproducto, violador que me preña de sueños: Nada,
- aunque yo prefiero llamarte en masculino-
Aprendo gracias a ti a saber que siempre estarás llegando y en parte eres la esperanza,
ese instante siempre eterno del silencio prolongado abusivamente previo a la llamada,
aprendo a saber que ambos somos nuestras nadas
que inmortales de esperanza y dones voraces nos resucitamos para morir siempre,
siempre el uno en el otro,
condenados
a ser dolor ajeno
y malditos,
malditos.

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