Allí, al fondo, está la ciudad quieta.
Roncos y extraños los tranvías
surcan las calles mientras amanece.
Quién diría que tú estuviste aquí a mi lado,
y que las fuentes ya callaron hace mucho
el pregón de nuestro amor, fugaz
que fue como un milagro en los rincones de estas calles;
que fue y que aún sigue siendo, aunqeu no tan milagroso,
el beso que arrancó palabras entre suspiros,
murmullos en amaneceres como estos
y monosílabos tan inmensos que la plenitud
de nuestro amor creímos eterna.
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