martes, 18 de mayo de 2010

Cuarto menguante



Se abrirá la puerta. Los párpados dormidos, inanimados de la noche sucumbirán a la voz manceba del toc-toc de tus tacones.
Correré las cortinas para que no entren ruidos. La noche instalada en la noche derramará su arpegio de vida sobre mi regazo.

Intentaré contarte, a modo de disculpa, lo que sentí en todo este tiempo. Repasaré las pinceladas pobres de la borrosa acuarela,
de cada puntada que me clavó al aciento de tus noches. Y acabaré diciendo, bajito para que los fantasmas de la casa no despierten,
un gracias, cincero, por rescatarme. Por nosotros.

Veré los guiños de las copas y sabré sus tímidas propuestas. Tu dirás que no quieres nada, responderé, como siempre respondo, con el tedioso
silencio de llevar la contraria. No brindaré, lo tuyo no me importa... Palparé el presente del perfecto futuro, entonces desentrañadas
las interminables horas de imperio caído y blanca, entenderé ese oximoron lingüístico sin garantía ni lote.

Las luces palparán dos rostros. El tacto transparente de la invisibilidad, sorprendido, dará un giro imprevisto a la obra. Renacerá el cuadro
y el papel, descompuesto, en el bolsillo interior de la gabardina. Se sucederán los puntos suicidados, suspendidos. Y la historia, el silencio
absoluto, del charlatán de boina gris y verso de pie quebrado, invocará en su milagro una letra nueva, una variasión impropia de presentes perfectos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario