lunes, 17 de mayo de 2010
Caminos II
Siento de nuevo la calma. Los susurros maliciosos de la pasifica soledad de quien está, por fin, solo consigo mismo. Me pongo romantico, me pongo una copa de vino
tinto y la miro... y pienso que estoy haciendo aquí, por qué.
La publicidad muda se sucede perseguiendose veloz y atemorizada. Los labios de aquel presentador, que mas que de corazones es de picas, no paran de emitir mudez, la culpa es del mando.
Doy un sorbo al vino, asqueroso, espero sentado la llamada, me aburro... Quiero salir a la calle y ver gente, liberar, como dice él, todo eso que te hizo cobarde. Todo eso que nos ha matao.
LA noche ha sido larga, Sicke se fue a eso de las cuatro y media. Los vecinos estaban en la terraza susurando secretos de los padres que aun no han querido dejar de ser
novios. Ya no había luna, la taranta de la madrugada removía sueño y lucha en una cama enfriada por el abandono reciente. No pude dormir más. El sueño se había ido, había dejado su rastro
de migajas desvergonzadas sobre la alfombra del comedor. El sueño tan solo era eso, era Sicke, escoces y mudo como este día. Me pongo un wiski.
Saber volver, es encontrarse. Saber decir, olvidar, despedir aquello que tan feliz te ha hecho en la noche... Historiales dormidos de una carta cualquiera. Y pensar que aquella condenada,
por una vez en su pordiosera vida de bruja mentirosa, creo que ni bruja siquiera, había acertado en decir: geminis y libra, la perfección. No fue intencionado, ni siquiera fue posible,
pero ocurrió, ocurrió cuando el vicio del arte llamó por primera vez en esa condenada isla, perdida en dios sabe donde. Tal ver para Platón sería afortunado, quizas el sentimiento de saberse
ultima sombra de ese plano mundo, para él sería el extasis espiritual, pero para mi, por desgracia no fue así. Acudí a ese oscurecido paraiso deonde la lluvia de conga y agua de grifo parecía
real. Donde el repique de cuerdas y tacones hacia de él un lugar único, frente a la barrera indestructible de espectador y artista, frente al llanto de levantarse cada vez con más ansia de volver.
Siempre.
Sucumbí al delito de escribir aquello que no fui capaz de hacer realidad. Renegué del presente para sumirme en aquel extraño velo de telaraña que mucho han llamado sueño, yo no le veo ni el sueño
ni el encanto a una mentira dibujada por ti, para ti y en tu propia mente. Decidí hacer lo que hago ahora mismo, prolongar una frase de treinta y dos hormigas y sus combinaciones sin sentido alguno,
pensando en el escultural dependiente afeminado del imperio Zarista... A fin de cuentas e incontables intentos de dar sentido y lógica a lo que nunca fue y no la tuvo nunca, lo conocí.
Se diría que el lugar era agradable, por una noche abandonaba aquella cloaca maquillada de oasis oriental y volvia a mi. La persecución no fue facil. Aparte de ellos dos, estaba Rosi, Sara, Tati,
Ursula, Vero y Wili. Se sacaron una docena de fotos en la negra boveda de la playa apasible. Había como de costumbre dos o tres parejas moviendo pelvis, corazón y sueño en baivenes incontenibles de
deseo. El viento seseaba como buen canario, el merengue de la ola lamía miles de años de arena. El romance estaba en su punto. Me apeteció separarlos, hacer una crueldad insolita incluso para un
relato. La madre de Matias estaba ingresada. El vuelo a Malaga salio a eso de las diez y cuarto de la mañana sigueinte. La farandula no permitió que Rafa lo acompañase. El tablao siguió su curso
paradisiaco de mentira insinuada. Setenta años despues de la pena de León, Quintero y Quiroga la pena de verdad volvió a sentirse, pero esta vez en el nieto del tercer compositor. Rafael Quiroga.
Me preguntaba si sería patetico unir a dos personajes en un parking, uno atándose los cordones junto a su coche y el otro caminando distraido mientras se asustaba de una presencia ajena y soltaba
entre risitas nerviosas un "hola". Patetico o no, así tuvo lugar el milagro, como pasé a denominarlo años más tarde cuando realidad e imaginación cobrasen sentido bajo el mismo nombre de "como la
vida misma". Mi ficticia reacción, casi identica a la real, fue de desconcierto, nerviosismo, "calmate...calmate...calmate...calmate..." y finalmente un "¿quieres que te lleve a casa?". No se si
estas cosas pasan en los libros, pero en la realidad indudablemente. Cuando iba a salir del parking, al lado izquierdo de la salida vi una silueta conocida apollada en el capot de un mini,
soltando improperrios a un movil apagado. "¿Te puedo ayudar en algo?" pregunté mientras bajaba la ventanilla "Eeee...pues., veras... es que no arranca..." Lo escribí así, y de esa manera ocurrió.
Nunca supe si la madre de Mateo y el mismo Mateo existieron, tal vez sí, pero escondidos tras otros nombres y otras circunstancias. Recuerdo la noche del ático, callada, quieta. Las sombras de las
palmeras pegadas al hotel y la única luz de una debil farola. Los charcos salpicados de ruidos de auntomivil en la dormida calle. Un chirriar constante en la claustrofobica paz de la casa. Una
noche extraña incluso para aquel que la ha escrito, un rumor salado de flamenco, carnes maduras y amagos de llanto incontenible.
No se esperaba la historia. Tanto el cuento como la realidad por mi vivida y experimentada lo dejaron de piedra. Lleno de asombro y fijeza que no me atreví a interrumpir, alargué mis palidos dedos
y rocé su nuca prolongando el hilo del deseo por mejillas, nariz, frente, orejas, cuello, pecho... "Tu pecho me incomoda... me hace perder la razón" le dije repentinamente. "No" susurro. "¿Qué?"
pregunté acercando la cara para verlo en la penumbra. "No volveré, eras tú..." Entonces el capitulo definitivo fue el de la bruja, amiga de su madre (su madre era un idolo para él) y la famosa
frase de "...geminis y libra, la combinación pefecta, dijo" repitió resucitando las palabras de aquella mujer. Desde entonces el diecisiete de junio y el veintitres de septiembre son el dia. Han
pasado a hacer la unión perfecta de dos años interminables y momentaneoas, perfectos...Hasta que llegó Sicke.
Ahora pasada ya casi una década, me lo imagino roto sobre sus cincuenta inviernos. Soñando un porvenir pasado sobre la porcelana rota del pasado. Miro el wiski acabado en mi regazo. Indesición y
sombra sobre la posibilidad de retomar una historia a media página, de proseguir los puntos suspensivos sobre la suspendida copa de los versos. Y recordar... la lluvia del paraiso en el teatro, el
zapateado que machacaba sueños y temores, el roce suave de su pecho y sus manos belludas... Ahora esta década de otro aroma, de la que me he impregnado, y ya es yo, me dice que tal vez tendría que
ir a verlo y llevarle flores.
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