martes, 22 de diciembre de 2009

Los dos azules






Nunca fue un chico normal, Inés me lo había advertido.
Él era su propio mundo, se pasaba las horas mirándose en un espejo de mano, repasando con el dedo anular los rasgos de su rostro, impropios para alguien de su edad; demasiado femeninos, demasiado misteriosos. Como si los sueños de los pintores franceses se reencarnasen en aquel cuerpo que se adoraba, iba descubriéndose en el espejo como en el agua de Narciso, él que nos adivinaba a cada pensamiento que salía de nuestras bocas. Él que perdió su nombre entre las páginas del primer año de filosofía y mis versos…

Dijo que le agradaba el contacto frió y áspero de las piedras del claustro cuando me lo encontré tumbado a última hora. Al principio no reparé en él, su pelo rubio y ondulado, su piel blanca, su ropa color asfalto se confundía con el pavimento y las palomas que lo rodeaban; cuando él atrajo mi atención y lo miré, olvidé para qué y a dónde me dirigía y me percaté de lo surrealista que era aquella escena. Me acerqué. Cogí la bolsa con las migas de pan, e hice ademán de sentarme. “Acuéstate” me dijo antes de que pudiese tomar asiento, como si ya hubiésemos hablado durante horas, “de aquí se ve todo, los cuatro ángulos de la vida…” dijo señalando el cuadrado que las paredes del claustro dibujaban sobre el cielo azul de mayo, “…somos el rostro canino plasmado sobre dos azules…” fruncí el ceño, cosa de la cual, al parecer, se percató “… el azul claustrofóbico, el azul color sangre que nos atrapa en esta isla, el azul de media noche que no permite refugio en el sueño…” me quedé helado al oír esas palabras; cómo era posible volver a oírlas esta vez en boca de un adolescente que las reproducía idénticas, escalofriantes, al igual que yo, pero veinte años después. “el otro azul es más profundo, más lejano, mas infantil, un azul de libertad, como si fuese una pantalla, la verdadera y gran pantalla que lo revela todo, en cuya tela se ruedan las películas reales que nadie se ha molestado en ver nunca.” finalizó diciendo. Luego me cogió la bolsa de migas que yo agarraba con fuerza y sacó un puñado de ellas. Ahora las palomas nos rodearon a los dos.
Me quedé mirando el cuadrado inmóvil, frágil y eterno del cielo; el cielo cuyo color daba nombre a la ciudad, el segundo azul, ahí donde miraba su reflejo de sombra que se mezclaba y volvía a surgir como si del espejo de mano se tratase, color laguna, El Cielo, color cielo, La Laguna, La Guna… en el rostro canino, plasmado en dos cielos, en dos nadas, en veinte años que ya daban aviso de su retorno mortal e imperdonable. Agua y H2O y algo mas que no recuerdo………

Yo: Profesor de literatura después de haberme muerto en la vida.
Él: Descubridor del color y ángulo que causa muerte.
Yo: insomne testigo de dos muertes en veinte años
Él: el tercer condenado de mi testimonio.
Yo: el atrapado en la sombra de la más pequeña y grande de las siete islas.
Él : el buscador de rasgos propios, ajenos, animados e inanimados en el cielo.
Yo: último oyente de la verdadera razón que nunca he dicho
Él : el único amigo de las palomas del claustro
Yo: lo encontré mañana, confundido ya entre piedra y pico de palomas
Él: el que intentó volar por la ventana de la biblioteca
Yo: el que escribí los dos azules en las hojas que tenía en su mano
Él: el dueño de la sangre que empapó mis dos azules

Esos dos azules que me han escrito, los que han encontrado, sobre la sangre azul del cautiverio, la libertad del claustro y la amistad asfáltica de las palomas. Tercer guión sangriento de caída tilde en el claustro.
O2,H2O, CH4.

No hay comentarios:

Publicar un comentario