
lunes, 22 de noviembre de 2010
lunes, 13 de septiembre de 2010
PETROMÁN de Antonio Martín

El autor de estos magníficos cuentos nos ofrece la oportunidad de ir a los parques y subirnos a los toboganes, a los columpios; ser confundidos entre los niños que también viven las horas en los carruseles y en los laberintos. Inevitablemente, escribir puede ser un acierto, un inesperado acierto en el que anhelamos introducirnos y alinear estrellas; dibujar entre las palabras soles con sonrisas gatunas, escribir el mar, recuperar el necesario aire para soñar.
Las horas del sábado son piedras. Las piedras hablan en un idioma que el escritor no entiende. Al salir del mercado tropieza con una. El golpe lo desequilibra. Siente que alguien lo coge de la mano. Se trata de una mujer. Después aparece un hombre, que le pone la mano en el hombro. El escritor no sabe si le ayudan, si lo quieren abatir. Otra mujer, otro hombre. Está rodeado de personas. El escritor mira el suelo. En el suelo ahora hay dos piedras. Dos, tres piedras. Unas piedras que son madres y, acaso, suyas.
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jueves, 29 de julio de 2010
martes, 27 de julio de 2010
A veces...sólo...

Hay memoria flotante, inversa,
de tus salados pies, nocturnos como un testimonio.
Hay palabras simples decorando el cuarto
frente a tu tejado improvisado con musgos del mañana.
Estás haciendome esperar de nuevo otro silencio:
exodos de letras sobre mi roto pecho.
Inumanidad solitaria de mis cuerpos. Algún día
sentiré tus dedos en mi boca?
Habrá un sueño de grises vuelos sobre las palomas muertas?
Palomas de habitación cerrada y retratos
rotos en el suelo.Asfalto de tu nombre...
Me ahogaré en el musgo del río
naranjas amapolas, y una voz que haga sentir
como que estás al lado...
viernes, 23 de julio de 2010
"ELLOS"
Dijo que le recordaba a una mujer. Me pareció irónico. No sé si alguien más lo ha pensado, pero desde luego él fue el primero que me lo dijo.
Era una mezcla de todos. Una parte de alguien que no me venía a la cabeza, que no conseguía recordar. La atracción que ejercía sobre mí no era lo habitual, era un sentimiento diferente que desconozco. La verdad es que tenía una sonrisa bonita. Me daba risa... compartía mi complejo. Maia no se lo habría creido. Ella era un cisne, pantanoso, pero un cisne...
Le recordaba a EL, EL ya hacía tiempo que desaparecía sin dejar rastro alguno. Estaba ahí pero a la vez no estaba, nunca estuvo. Hay otro. Esa fue la frase. Cabrón dije al principio. Pero me parece tierno. Todo esto está tomando la forma triangular de mi cuarto.Un lago de bailarines desnudos sobre los cristales de la noche. Un descubrimiento impuro de una biografía. La paz infantil que llegaba después de una guerra, al comienzo de otra nueva, intemporal, cansina.
EL tal vez nos ha unido un poco, inconciente y distante, pero fue EL. Las historias unen. Destrozan. Se pasean descxalsas por las sombras de uno con huellas ajenas. Pero al fin y al cabo son historias... no? Eran más de las doce, regresaba antes de lo previsto. La pesadilla ya dormía en su realidad. La casa susurraba el silencio entre coches y grillos. Me acosté desnudo sobre aquellas sabanas arrugadas y blandas. Pensé en todos los "ELES" que habían pasado por mi vida. Los bailarines. El callado: Balanos. La tul me durmió en un aleteo repentino. Estaba libre. Volvía más ajeno que nunca a esa casa de nuevo, de nuevos, de imbéciles... pero estaba tranquilo. Eras tú.
Pero, quién me iba a decir que las 5:13 de hoy darían el paso definitivo. Grité al apagado teléfono. El fantasma volvió a sus sombras. Dormí. EL sueño había terminado. Tnorethram...
Era una mezcla de todos. Una parte de alguien que no me venía a la cabeza, que no conseguía recordar. La atracción que ejercía sobre mí no era lo habitual, era un sentimiento diferente que desconozco. La verdad es que tenía una sonrisa bonita. Me daba risa... compartía mi complejo. Maia no se lo habría creido. Ella era un cisne, pantanoso, pero un cisne...
Le recordaba a EL, EL ya hacía tiempo que desaparecía sin dejar rastro alguno. Estaba ahí pero a la vez no estaba, nunca estuvo. Hay otro. Esa fue la frase. Cabrón dije al principio. Pero me parece tierno. Todo esto está tomando la forma triangular de mi cuarto.Un lago de bailarines desnudos sobre los cristales de la noche. Un descubrimiento impuro de una biografía. La paz infantil que llegaba después de una guerra, al comienzo de otra nueva, intemporal, cansina.
EL tal vez nos ha unido un poco, inconciente y distante, pero fue EL. Las historias unen. Destrozan. Se pasean descxalsas por las sombras de uno con huellas ajenas. Pero al fin y al cabo son historias... no? Eran más de las doce, regresaba antes de lo previsto. La pesadilla ya dormía en su realidad. La casa susurraba el silencio entre coches y grillos. Me acosté desnudo sobre aquellas sabanas arrugadas y blandas. Pensé en todos los "ELES" que habían pasado por mi vida. Los bailarines. El callado: Balanos. La tul me durmió en un aleteo repentino. Estaba libre. Volvía más ajeno que nunca a esa casa de nuevo, de nuevos, de imbéciles... pero estaba tranquilo. Eras tú.
Pero, quién me iba a decir que las 5:13 de hoy darían el paso definitivo. Grité al apagado teléfono. El fantasma volvió a sus sombras. Dormí. EL sueño había terminado. Tnorethram...
sábado, 29 de mayo de 2010
Lava, jotas, rocas y dobles eles
Un relato al que debo 2 minutos de vergüenza....

Por fin ha muerto.
Pobre papá.
Hoy es jueves, lástima, los jueves está prohibido salir a la calle, mirarse al espejo, comer yogur de fresa y pan tostado, y ponerse el corsé de Miss Susan. Papá ha muerto,
se ha ido a un lugar mejor, seguro, a un lugar donde no le moleste esta niña rara, esta lunática con cuarenta años de historial, esta sombra que conococen en Boswell Street como Polly.
Nunca he sido feliz. Me he leido la definición de esa palabra, incluso me la he aprendido: "Estado de animo que se complace en la poseción de un bien. Satisfacción, gusto, etc..
" pero nunca he sido capaz de poner en práctica dichas palabras. Poseer... nunca he tenido nada. No, mentira, lo he tenido todo, pero no de la forma que me hubiese gustado. Tener
es una palabra comleja. Llegar a tener es todo un abismo.
Auqnue a decir verdad he tenido dos grandes sueños. Si me oyese papá seguramente que se pondría rojo como un tomate y me gritaría que tuviese más clase y que me comportase como lo que era,
¡qué imbecil que era papá! pensaba que con cuerenta años todo quedaba reducido a la nada. Bueno, lo que decía, que siempre he tenido dos grandes sueños. El primero empapelar la cocina y el salón
con las cubiertas de Cumbres Borrascosas y, el segundo, comprar aquellas serpientes y ponerlas en lugar de la televisión.
Me he decidido. Además hoy, sabado, es un buen día. Se pueden lavar los platos con agua caliente, puedo ponerme el perfume de mamá y vestir la falda que compré el otro día en el anticuario.
También el sabado es un buen día para olvidar. Qué son cuarenta años. Si, es un día estupendo para olvidarme de él, "mi padre".
Camino por la oscura calle donde está la librería de Ghorik. Es un callejón oscuro y misterioso, no recuerdo su nombre, pero siempre ha estado presente en mis interminables paseos.
Ghorik es un encanto, creo que es el único que me entiende. Ya sabe lo que vengo a buscar. Aunque el jueves no pude salir, llamé a la librería a eso de las once menos cuarto de la noche,
y lo pronuncié, por fin esas palabras ahogadas en incontables años de silencio afloraron como un grito que rompe un mudo: - Mil ejemplares de Cumbras Borrascosas, porfavor...
Miércoles catorce. Día de lavar la ropa, ver la Dolche Vita por millonesima vez, escuchar el Ilucionista de Dani Elfman y sacar a pasear a Puf. Comienzo empapelando el rinconcito de los sillones
y la chimenes. Todo el recividor está lleno de cajas de libros, abro una y doy comienzo inconscientemente a dos semanas que tardaría mucho tiempo en olvidar. Al día sigueinte, jueves de nuevo,
despierto con un poco menos de deseos reprimidos y bajo a toda prisa a ver el salón. Me siento en el sofá y las cientas de rosas marchitas sobre el fondo negro de las cubiertas,
por una vez me hacen feliz, sobre el empolvado nombre de Emily Brontë. Luego, enciendo la televisión que ya había puesto en otro sitio, y oigo algo que me perturba y me emosiona,
por fin veia mi prisión llegada a a su fin. Eyjafjakullajokull, aquella complicada bestia de silabas, piedra, jotas, lava, hielo, kas y dobles eles había roto su sueño.
Había arrojado enormes cantidades de cenizas y lava causando el terror... una vez más, como en 1783 su camarada el Laki. No sé si esta erupsión durará tanto como la de Laki.
Los medios no informan sobre cuánto tiempo segirá en este estado, por otra parte los problemas de las compañías aereas y sus millones evaporados por culpa de un inoportuno volcán
islandes no me importan lo más mínimo.
Los jueves, domingos y lunes nunca salgo a la calle, ni abro las ventanas, ni me miro en el espejo, ni lavo los platos con agua caliente, ni me perfumo... Pero no puedo evitar pensar que
hoy es un día diferente. Hoy la historia flota en el cielo, hoy no hemos podido, pese a toda nuestaros poderes de siglo XXI, oponernos a la furia de la naturaleza, y cunde el pánico.
Decido abrir la ventana, las ventanas, y seguir empapelando la casa hasta que lleguen las serpientes a eso de las cuatro y cuarto. Decido cambiar a Dani Elfman por Katie Perry.
Ponerme el vestido antiguo de mi abuela y los zapatos franceses del anticuario. Y cuando lleguen las serpientes ponerlas en su sitio y salir a la calle desierta, con su cielo de manta vieja,
con su aire a calma y normalidad recuperada. Ese cielo que tal vez pregona una segunda Revolución, aunque en este caso ajena a Francia, o tal vez solo da rienda suela a su incontenible
espíritu de niño jugetón y las consecuencias que esto acarrea.

Por fin ha muerto.
Pobre papá.
Hoy es jueves, lástima, los jueves está prohibido salir a la calle, mirarse al espejo, comer yogur de fresa y pan tostado, y ponerse el corsé de Miss Susan. Papá ha muerto,
se ha ido a un lugar mejor, seguro, a un lugar donde no le moleste esta niña rara, esta lunática con cuarenta años de historial, esta sombra que conococen en Boswell Street como Polly.
Nunca he sido feliz. Me he leido la definición de esa palabra, incluso me la he aprendido: "Estado de animo que se complace en la poseción de un bien. Satisfacción, gusto, etc..
" pero nunca he sido capaz de poner en práctica dichas palabras. Poseer... nunca he tenido nada. No, mentira, lo he tenido todo, pero no de la forma que me hubiese gustado. Tener
es una palabra comleja. Llegar a tener es todo un abismo.
Auqnue a decir verdad he tenido dos grandes sueños. Si me oyese papá seguramente que se pondría rojo como un tomate y me gritaría que tuviese más clase y que me comportase como lo que era,
¡qué imbecil que era papá! pensaba que con cuerenta años todo quedaba reducido a la nada. Bueno, lo que decía, que siempre he tenido dos grandes sueños. El primero empapelar la cocina y el salón
con las cubiertas de Cumbres Borrascosas y, el segundo, comprar aquellas serpientes y ponerlas en lugar de la televisión.
Me he decidido. Además hoy, sabado, es un buen día. Se pueden lavar los platos con agua caliente, puedo ponerme el perfume de mamá y vestir la falda que compré el otro día en el anticuario.
También el sabado es un buen día para olvidar. Qué son cuarenta años. Si, es un día estupendo para olvidarme de él, "mi padre".
Camino por la oscura calle donde está la librería de Ghorik. Es un callejón oscuro y misterioso, no recuerdo su nombre, pero siempre ha estado presente en mis interminables paseos.
Ghorik es un encanto, creo que es el único que me entiende. Ya sabe lo que vengo a buscar. Aunque el jueves no pude salir, llamé a la librería a eso de las once menos cuarto de la noche,
y lo pronuncié, por fin esas palabras ahogadas en incontables años de silencio afloraron como un grito que rompe un mudo: - Mil ejemplares de Cumbras Borrascosas, porfavor...
Miércoles catorce. Día de lavar la ropa, ver la Dolche Vita por millonesima vez, escuchar el Ilucionista de Dani Elfman y sacar a pasear a Puf. Comienzo empapelando el rinconcito de los sillones
y la chimenes. Todo el recividor está lleno de cajas de libros, abro una y doy comienzo inconscientemente a dos semanas que tardaría mucho tiempo en olvidar. Al día sigueinte, jueves de nuevo,
despierto con un poco menos de deseos reprimidos y bajo a toda prisa a ver el salón. Me siento en el sofá y las cientas de rosas marchitas sobre el fondo negro de las cubiertas,
por una vez me hacen feliz, sobre el empolvado nombre de Emily Brontë. Luego, enciendo la televisión que ya había puesto en otro sitio, y oigo algo que me perturba y me emosiona,
por fin veia mi prisión llegada a a su fin. Eyjafjakullajokull, aquella complicada bestia de silabas, piedra, jotas, lava, hielo, kas y dobles eles había roto su sueño.
Había arrojado enormes cantidades de cenizas y lava causando el terror... una vez más, como en 1783 su camarada el Laki. No sé si esta erupsión durará tanto como la de Laki.
Los medios no informan sobre cuánto tiempo segirá en este estado, por otra parte los problemas de las compañías aereas y sus millones evaporados por culpa de un inoportuno volcán
islandes no me importan lo más mínimo.
Los jueves, domingos y lunes nunca salgo a la calle, ni abro las ventanas, ni me miro en el espejo, ni lavo los platos con agua caliente, ni me perfumo... Pero no puedo evitar pensar que
hoy es un día diferente. Hoy la historia flota en el cielo, hoy no hemos podido, pese a toda nuestaros poderes de siglo XXI, oponernos a la furia de la naturaleza, y cunde el pánico.
Decido abrir la ventana, las ventanas, y seguir empapelando la casa hasta que lleguen las serpientes a eso de las cuatro y cuarto. Decido cambiar a Dani Elfman por Katie Perry.
Ponerme el vestido antiguo de mi abuela y los zapatos franceses del anticuario. Y cuando lleguen las serpientes ponerlas en su sitio y salir a la calle desierta, con su cielo de manta vieja,
con su aire a calma y normalidad recuperada. Ese cielo que tal vez pregona una segunda Revolución, aunque en este caso ajena a Francia, o tal vez solo da rienda suela a su incontenible
espíritu de niño jugetón y las consecuencias que esto acarrea.
domingo, 23 de mayo de 2010
Aevum

Allí, al fondo, está la ciudad quieta.
Roncos y extraños los tranvías
surcan las calles mientras amanece.
Quién diría que tú estuviste aquí a mi lado,
y que las fuentes ya callaron hace mucho
el pregón de nuestro amor, fugaz
que fue como un milagro en los rincones de estas calles;
que fue y que aún sigue siendo, aunqeu no tan milagroso,
el beso que arrancó palabras entre suspiros,
murmullos en amaneceres como estos
y monosílabos tan inmensos que la plenitud
de nuestro amor creímos eterna.
Orobroy
Despues de haber oido, despues de recorrer los mil años mi cuerpo, despues de sentir palma con palma los matices del pasado, despues... recordé.
Había pasado más de un siglo. Recuerdé haber oido esa música por el 2005 mientras él se movía entre sueño y lucha. Mientras yo luchaba con el sueño por mis quimeras. Mientras la música iba afilando su imperceptible aguja para atarme a ella y recordarme su presencia cien años más tarde.
Había pasado más de un siglo. Recuerdé haber oido esa música por el 2005 mientras él se movía entre sueño y lucha. Mientras yo luchaba con el sueño por mis quimeras. Mientras la música iba afilando su imperceptible aguja para atarme a ella y recordarme su presencia cien años más tarde.
viernes, 21 de mayo de 2010
1,2 y3...
Volver a empezar, volver a contar una, dos y tres... para recuperar fuerzas y calma y volver a arrojarse de nuevo en el ruido de la vida, en la rutina, en uno mismo.
Aveces soñar es complicado. Si echamos un vistazo atrás, uf, seguro que hasta nos sorprende la cantidad de sueños rotos que vamos dejando a nuestro paso, como si de objetos animados y muertos se tratase.
A esta canción le debo agradecer varias cosas, primero, y tal vez sea duro decirlo así, pero el mundo pasa "solo, contigo o sin ti" El tiempo corre y, sin animos de volver a explotar los viejos tópicos, no puedo dejar de pensar en el carpe diem Por otra parte, aunque me ha concienciado, tambien, y hasta en mayor medida, me ha animado "mi gloria es que algun dia me digas q si... me digas que si..." Espero que podais escuchar esta canción y os envuelva la misma magia que a mi.
Aveces soñar es complicado. Si echamos un vistazo atrás, uf, seguro que hasta nos sorprende la cantidad de sueños rotos que vamos dejando a nuestro paso, como si de objetos animados y muertos se tratase.
A esta canción le debo agradecer varias cosas, primero, y tal vez sea duro decirlo así, pero el mundo pasa "solo, contigo o sin ti" El tiempo corre y, sin animos de volver a explotar los viejos tópicos, no puedo dejar de pensar en el carpe diem Por otra parte, aunque me ha concienciado, tambien, y hasta en mayor medida, me ha animado "mi gloria es que algun dia me digas q si... me digas que si..." Espero que podais escuchar esta canción y os envuelva la misma magia que a mi.
martes, 18 de mayo de 2010
Cuarto menguante

Se abrirá la puerta. Los párpados dormidos, inanimados de la noche sucumbirán a la voz manceba del toc-toc de tus tacones.
Correré las cortinas para que no entren ruidos. La noche instalada en la noche derramará su arpegio de vida sobre mi regazo.
Intentaré contarte, a modo de disculpa, lo que sentí en todo este tiempo. Repasaré las pinceladas pobres de la borrosa acuarela,
de cada puntada que me clavó al aciento de tus noches. Y acabaré diciendo, bajito para que los fantasmas de la casa no despierten,
un gracias, cincero, por rescatarme. Por nosotros.
Veré los guiños de las copas y sabré sus tímidas propuestas. Tu dirás que no quieres nada, responderé, como siempre respondo, con el tedioso
silencio de llevar la contraria. No brindaré, lo tuyo no me importa... Palparé el presente del perfecto futuro, entonces desentrañadas
las interminables horas de imperio caído y blanca, entenderé ese oximoron lingüístico sin garantía ni lote.
Las luces palparán dos rostros. El tacto transparente de la invisibilidad, sorprendido, dará un giro imprevisto a la obra. Renacerá el cuadro
y el papel, descompuesto, en el bolsillo interior de la gabardina. Se sucederán los puntos suicidados, suspendidos. Y la historia, el silencio
absoluto, del charlatán de boina gris y verso de pie quebrado, invocará en su milagro una letra nueva, una variasión impropia de presentes perfectos.
lunes, 17 de mayo de 2010
Caminos II

Siento de nuevo la calma. Los susurros maliciosos de la pasifica soledad de quien está, por fin, solo consigo mismo. Me pongo romantico, me pongo una copa de vino
tinto y la miro... y pienso que estoy haciendo aquí, por qué.
La publicidad muda se sucede perseguiendose veloz y atemorizada. Los labios de aquel presentador, que mas que de corazones es de picas, no paran de emitir mudez, la culpa es del mando.
Doy un sorbo al vino, asqueroso, espero sentado la llamada, me aburro... Quiero salir a la calle y ver gente, liberar, como dice él, todo eso que te hizo cobarde. Todo eso que nos ha matao.
LA noche ha sido larga, Sicke se fue a eso de las cuatro y media. Los vecinos estaban en la terraza susurando secretos de los padres que aun no han querido dejar de ser
novios. Ya no había luna, la taranta de la madrugada removía sueño y lucha en una cama enfriada por el abandono reciente. No pude dormir más. El sueño se había ido, había dejado su rastro
de migajas desvergonzadas sobre la alfombra del comedor. El sueño tan solo era eso, era Sicke, escoces y mudo como este día. Me pongo un wiski.
Saber volver, es encontrarse. Saber decir, olvidar, despedir aquello que tan feliz te ha hecho en la noche... Historiales dormidos de una carta cualquiera. Y pensar que aquella condenada,
por una vez en su pordiosera vida de bruja mentirosa, creo que ni bruja siquiera, había acertado en decir: geminis y libra, la perfección. No fue intencionado, ni siquiera fue posible,
pero ocurrió, ocurrió cuando el vicio del arte llamó por primera vez en esa condenada isla, perdida en dios sabe donde. Tal ver para Platón sería afortunado, quizas el sentimiento de saberse
ultima sombra de ese plano mundo, para él sería el extasis espiritual, pero para mi, por desgracia no fue así. Acudí a ese oscurecido paraiso deonde la lluvia de conga y agua de grifo parecía
real. Donde el repique de cuerdas y tacones hacia de él un lugar único, frente a la barrera indestructible de espectador y artista, frente al llanto de levantarse cada vez con más ansia de volver.
Siempre.
Sucumbí al delito de escribir aquello que no fui capaz de hacer realidad. Renegué del presente para sumirme en aquel extraño velo de telaraña que mucho han llamado sueño, yo no le veo ni el sueño
ni el encanto a una mentira dibujada por ti, para ti y en tu propia mente. Decidí hacer lo que hago ahora mismo, prolongar una frase de treinta y dos hormigas y sus combinaciones sin sentido alguno,
pensando en el escultural dependiente afeminado del imperio Zarista... A fin de cuentas e incontables intentos de dar sentido y lógica a lo que nunca fue y no la tuvo nunca, lo conocí.
Se diría que el lugar era agradable, por una noche abandonaba aquella cloaca maquillada de oasis oriental y volvia a mi. La persecución no fue facil. Aparte de ellos dos, estaba Rosi, Sara, Tati,
Ursula, Vero y Wili. Se sacaron una docena de fotos en la negra boveda de la playa apasible. Había como de costumbre dos o tres parejas moviendo pelvis, corazón y sueño en baivenes incontenibles de
deseo. El viento seseaba como buen canario, el merengue de la ola lamía miles de años de arena. El romance estaba en su punto. Me apeteció separarlos, hacer una crueldad insolita incluso para un
relato. La madre de Matias estaba ingresada. El vuelo a Malaga salio a eso de las diez y cuarto de la mañana sigueinte. La farandula no permitió que Rafa lo acompañase. El tablao siguió su curso
paradisiaco de mentira insinuada. Setenta años despues de la pena de León, Quintero y Quiroga la pena de verdad volvió a sentirse, pero esta vez en el nieto del tercer compositor. Rafael Quiroga.
Me preguntaba si sería patetico unir a dos personajes en un parking, uno atándose los cordones junto a su coche y el otro caminando distraido mientras se asustaba de una presencia ajena y soltaba
entre risitas nerviosas un "hola". Patetico o no, así tuvo lugar el milagro, como pasé a denominarlo años más tarde cuando realidad e imaginación cobrasen sentido bajo el mismo nombre de "como la
vida misma". Mi ficticia reacción, casi identica a la real, fue de desconcierto, nerviosismo, "calmate...calmate...calmate...calmate..." y finalmente un "¿quieres que te lleve a casa?". No se si
estas cosas pasan en los libros, pero en la realidad indudablemente. Cuando iba a salir del parking, al lado izquierdo de la salida vi una silueta conocida apollada en el capot de un mini,
soltando improperrios a un movil apagado. "¿Te puedo ayudar en algo?" pregunté mientras bajaba la ventanilla "Eeee...pues., veras... es que no arranca..." Lo escribí así, y de esa manera ocurrió.
Nunca supe si la madre de Mateo y el mismo Mateo existieron, tal vez sí, pero escondidos tras otros nombres y otras circunstancias. Recuerdo la noche del ático, callada, quieta. Las sombras de las
palmeras pegadas al hotel y la única luz de una debil farola. Los charcos salpicados de ruidos de auntomivil en la dormida calle. Un chirriar constante en la claustrofobica paz de la casa. Una
noche extraña incluso para aquel que la ha escrito, un rumor salado de flamenco, carnes maduras y amagos de llanto incontenible.
No se esperaba la historia. Tanto el cuento como la realidad por mi vivida y experimentada lo dejaron de piedra. Lleno de asombro y fijeza que no me atreví a interrumpir, alargué mis palidos dedos
y rocé su nuca prolongando el hilo del deseo por mejillas, nariz, frente, orejas, cuello, pecho... "Tu pecho me incomoda... me hace perder la razón" le dije repentinamente. "No" susurro. "¿Qué?"
pregunté acercando la cara para verlo en la penumbra. "No volveré, eras tú..." Entonces el capitulo definitivo fue el de la bruja, amiga de su madre (su madre era un idolo para él) y la famosa
frase de "...geminis y libra, la combinación pefecta, dijo" repitió resucitando las palabras de aquella mujer. Desde entonces el diecisiete de junio y el veintitres de septiembre son el dia. Han
pasado a hacer la unión perfecta de dos años interminables y momentaneoas, perfectos...Hasta que llegó Sicke.
Ahora pasada ya casi una década, me lo imagino roto sobre sus cincuenta inviernos. Soñando un porvenir pasado sobre la porcelana rota del pasado. Miro el wiski acabado en mi regazo. Indesición y
sombra sobre la posibilidad de retomar una historia a media página, de proseguir los puntos suspensivos sobre la suspendida copa de los versos. Y recordar... la lluvia del paraiso en el teatro, el
zapateado que machacaba sueños y temores, el roce suave de su pecho y sus manos belludas... Ahora esta década de otro aroma, de la que me he impregnado, y ya es yo, me dice que tal vez tendría que
ir a verlo y llevarle flores.
domingo, 16 de mayo de 2010
Caminos I

Camina delante de mi, delgado, con el pelo negro y ondulado mesido suavemente por la brisa del centro marino. Camina con ella, no me decido, miro su camisa, que en realidad es mía, esa camisa que por cuestión de minutos, ha elegido sentir su cuerpo. Lleva una pulsera de cuero y las gafas puestas. Pienso que no puede ser verdad, y no me equivoco, que esto debe ser un sueño, y de hecho lo es, no puede ser que lo tenga a un paso de mi y que me ignore, y lo más preocupante aún es que lo ignore yo.
Ahora piensa en él, lo se, lo puedo leer en su modo de mirar el horizonte interminable. Piensa en qué hará en la casa, si verá como de costumbre, con los ojos entrecerrados, apunto de sucumbir al sueño, el futbol. Me imagino que pronuncia sus cuatro silabas mágicas buscando el contacto instantaneo, la unión que momentanea recorre distancia, cuerpos, recuerdos... esa unión que él ha logrado encontrar.
En realidad tengo envidia, envidia de todo, en primer lugar de no entender cómo dos personas tan opuestas puedan compartirlo todo, no, mejor dicho cómo él puede compartir su vida con semejante cúmulo de neutralidades y abandono, ese niño enredado en sus propias sombras... Piter Pan de la madurez. En segundo lugar me detesto, paso el día pensando en él, rascatando el aire por oler su aroma o encontrar esa particula de aire que ha salido de sus pulmones, y cuando por fin, ajeno a mi voluntad, me encuentra, me paralizo. El dificil explicar lo que me ocurre, pero las manos se me vuelven frias y sudorosas, la mente se vuelve a temas triviales y que no tienen nada que ver en ese momento, el temblor del labio superior me traiciona, me siento como un completo imbecil... y eso que no he hablado del físico que debo tener; un niñato de diesiciete años, acojonado y nervioso, rindiendo omenaje a su estado inmaculado de masturbador anónimo. Finalmente, pienso que aunque encuentre las fuerzas, la forma, el momento de que se frague el milagro, si es que eso llega a pasar algun día, no veo de qué manera pueden unirse los cabos de dos vidas tan diferentes, cocerse los extremos de un abismo de casi una década.
El sol, el astro que establece el futuro, heliocentrismo, actualidad, locura, el sol... Se imaginan que despues de ser fecundado por el astro rey, de sentir sus garras quemando la instantanea sensación de vida en los huesos de una sombra animada, un día cualquiera me impongan el imperio de cualquier otro astro. El eclipse que destruye una vida, la destrucción lenta y oscura de un eclipse puesto en pausa.
Lo vuelvo a mirar, ahora habla con ella entretenido, seguramente de todo aquello que no fue capaz de pronunciar nunca, sus palabras chocan con la barrera del romper de las olas, no logro oir lo que se dicen. Una lágrima resbala, corre por la mejilla sin afeitar que le ofrece mi rostro, gira bajo la sombra del mediodia, a la muda melodía de los violines de 700 noches y se muda, cambia de ser, de forma, de estado y ya no es lagrima. Es la soledad fraccionada en millones de diminutas gotitas, que aflorarán, que de hecho ya afloran, durante toda la existencia, durante todo este recorrido de mi vida. La mar se levanta.
Recuerdo la luz menguante de los faroles del paseo de correos, yo iba con ella, fue la primera vez que lo vi. "Mira, ese no es el chico del ballet" le pregunte en un susurro que el oyo a la perfección, recuero ese giro de cuello, esa sonrisa de "si, el mismo" esa mirada escrutadora que me dejó por primera vez, una de otras tantas, sin saber qué decir, que carcomió mi estatua de sal, mi forma de desinteres acostumbrada, mi olvido que distrae la calle.
La senda es de madera, no veo el fin de este cuenco de agua salada, de este cuento de cinco y diez de la mañana, de esta revelión atemorizada del cuerpo, nocturna revelión de la platea. Ruidos de zapatos en la madera de la noche. Alma.
Me lleva, ella desaparece, la mar baja y el sol se pone, tiñe de añil y negro los cabellos de la tarde, el viento sopla en la senda que nunca termina, huelo su presncia, me decido, adelanto el pie izquierdo, luego el derecho, mas rapido, mas rapido, mas... y lo alcanzo.
El sol se pone, quedan segundos, de pronto las sombras se alargan a punto de acabar su ciclo. Él, como si de un hecho sobrenatural se tratase, se da cuenta que hay alguien a su lado, me mira, desconcertado, intenta hablar, me empieza a temblar el labio y el sol desaparece definitivamente. Intento decir algo pero las palabras no nacen, cada sueño tiene sus respectivas normas, y sabiendo que todo termina, que todo acabará su etereo juego de ilusiones quebradas, cojo su mano, con la suavidad que siempre imaginé que presentaría su tacto y entrelazo mis dedos parándome en medio de aquella vida de naufragos. Doy comienzo a un despertar más.
lunes, 10 de mayo de 2010
Desde la pared
Llevo media hora en esta pared. No me gusta el amarillo, ni los dos locos que llevan haciendo ruido ya hace más de media hora, ni esa gente extraña que está sentada frente a las hojas en blanco, con la mirada perdida, como buscando algo... Esto me parece una idiotez.
Aunque a decir verdad, al menos puedo descansar un poco. Ya estoy harto de esquivar cholazos, palmadas, revistas enrolladas. La verdad que estos humanos son estúpidos, ¿no se dan cuenta que son demasiado lentos?
Hay uno en concreto que me disgusta, un extranjero, de Europa del este supongo. Su cara sonrojada, su pelo rubio, sus gafas cuadradas, su chaqueta gris y realmente rara. Humanos... ya les guataría ser como nosotros.
Ahora el del pelo largo, el que hacía pausas cuando intentó hablar, está escrutando una de las hojas, ahora manchada, como si quisiera interpretar algo.
Me voy, estoy hasta las narices, esta biblioteca es agradable, pero desde luego no es lugar para alguien como yo; además no se qué estoy haciendo despierto a esto de la una menos diez... es verdad lo que decía mi madre, nunca seré un mosquito normal.
Aunque a decir verdad, al menos puedo descansar un poco. Ya estoy harto de esquivar cholazos, palmadas, revistas enrolladas. La verdad que estos humanos son estúpidos, ¿no se dan cuenta que son demasiado lentos?
Hay uno en concreto que me disgusta, un extranjero, de Europa del este supongo. Su cara sonrojada, su pelo rubio, sus gafas cuadradas, su chaqueta gris y realmente rara. Humanos... ya les guataría ser como nosotros.
Ahora el del pelo largo, el que hacía pausas cuando intentó hablar, está escrutando una de las hojas, ahora manchada, como si quisiera interpretar algo.
Me voy, estoy hasta las narices, esta biblioteca es agradable, pero desde luego no es lugar para alguien como yo; además no se qué estoy haciendo despierto a esto de la una menos diez... es verdad lo que decía mi madre, nunca seré un mosquito normal.

martes, 27 de abril de 2010
miércoles, 14 de abril de 2010
sábado, 10 de abril de 2010
martes, 6 de abril de 2010
Buenas Noches LUNA
Buenas noches Luna dijo Fran al salir del antiguo porche veneciano. La voz de la noche, se escuchaba entre los puentecillos el rumor de guiris y niños recién nacidos chillando en los carritos. Él volvió a saludar con voz queda aquel menudo y negro aparato que tenía pegado a la oreja. Avanzó por el laberinto de calles escuchando un parloteo suave, una queja constante que lo llamaba en la voz dulce de la muchacha. Luna…
Lo estaban esperando en el bar de siempre Pietro Mónica y Richard. Pietro era de Madrid, le gustaban los gatos y fumar en pipa. Mónica era lesbiana virgen, 34 años, rara rara. Richard era un francés de los del molino rojo, nostálgico y juguetón, era Richard, el violinista. Entró con el teléfono aún pegado a la oreja, los ojos en blanco y una medio sonrisa medio mueca dibujada en el rostro; un gesto que a Mónica indicaba disgusto, a Richard alegría y a Pietro indiferencia. Luego te llamo, fue la frase que puso fin a la conversación. Las miradas de los cuatro amigos se cruzaron preguntándose mil cosas, buscando respuestas a preguntas rutinarias y ocultas, esas preguntas que no dejaban de hacerse el uno al otro y en cambio no se atrevían a responder. Cómo está, ha mejorado, preguntó el madrileño sacándose la pipa un breve instante de la boca; espero que la hayan atendido bien, ese hospital es el mejor para casos tan delicados. Sí, sí… creo que está mejor, estaba con su madre, le ha pedido que le dejase llamarme, contra las advertencias del doctor Viagielli… la verdad que eso es lo que tiene el amor de madre… Y tu cómo la has notado, cómo la has oído, qué te ha dicho… preguntó Mónica con su particular tono interrogatorio y su inquietud de siempre. Dice que está bien, que volverá a casa en unas semanas, que está viendo por la tele aquel programa de humor que tanto le gustaba, que está feliz de que esté su madre ahí, de oírme… en general la he oído recuperada, hasta me sentí esperanzado. Pero ya sabes que esas cosas tardan Fran, debes esperar, esto lleva su tiempo, además ha tenido un shock emocional muy fuerte, un intento de suicidio no es algo que se supera en dos días, además… antes que el violinista terminase de hablar con su particular tonito acatarrado; sí, lo sé, sé que el problema ya viene de antes, afirmó Francisco.
Salieron del bar cuando la madre abandonó la estancia de Luna. Las estrellas espiaban por los agujeros de aquel terciopelo nocturno del domingo. Los cuatro amigos se dirigieron al teatro, a ver la Traviata. Ella se levantó no sin dificultad y se dirigió al balcón que después de varios intentos consiguió abrir. El acomodador les señaló los sitios, 12, 13, 14 y 15 de la cuarta fila, en la platea. Luna respiró los aromas dormidos del jardín. Fran se sentó rozando con los dedos el terciopelo violeta del asiento. Luna se miró las manos aún llenas de moratones y rasguños. Fran sonrió a Richard que se acababa de sentar a su lado. La luna iluminó aquel destruido rostro de la otra Luna. La anciana que estaba sentada a la izquierda de Fran observó aquella extraña escena de miradas cómplices y manos en la búsqueda de algo que no fue capaz de imaginar. Ella pensó cual debería ser, esta vez sí que sí, su último pensamiento. Richard disfrazó su triunfo con consuelo, el guante de la venganza estaba puesto. No podía perder más el tiempo, su último pensamiento debía ser él, su primer y último amante, su amor imperecedero, su sueño… Fran sintió como los violines, los celos y la voz cristalina arrancaba un poco más de él… Su mundo todo, aquel que la había vuelto loca, su mejor amigo, el violinista, el mejor amigo de su marido…Richard deslizó sus dedos por el terciopelo que aún retenía las huellas dactilares de su Alfredo Germont… Debía dejarlo, debía abandonarlos a todos, ella era el problema y lo sabía, además Richard le ocultaba algo… Fran no se inmutó, creyó que eran fantasías suyas, ya le había pasado otras veces… Nadie vio caer la luna aquella noche, todo permaneció quieto y rodeado de sombras en el antiguo jardín del hospital, las Violetas de Germont lloraban sangre, la victoria estaba servida… Deslizó sus dedos por el oscuro pantalón de pana y sus suspiros lo traicionaron, Fran ya se había dado cuenta hacía rato que no se lo imaginaba, Richard lo miró a los ojos, serio, titubeante, tembloroso, atemorizado… La luna se ocultó dejando el cadáver hasta la mañana siguiente descansar en paz… Sonaron las primeras notas de Brindisi, la mano siguió sin moverse su curso, deseosa. Mónica y Pier estaban tarareando suavemente la famosa melodía, cuando vieron que sus dos amigos se devoraban entre las sombras de aquel antiguo teatro, brindando por la muerte de la Luna.
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Lo estaban esperando en el bar de siempre Pietro Mónica y Richard. Pietro era de Madrid, le gustaban los gatos y fumar en pipa. Mónica era lesbiana virgen, 34 años, rara rara. Richard era un francés de los del molino rojo, nostálgico y juguetón, era Richard, el violinista. Entró con el teléfono aún pegado a la oreja, los ojos en blanco y una medio sonrisa medio mueca dibujada en el rostro; un gesto que a Mónica indicaba disgusto, a Richard alegría y a Pietro indiferencia. Luego te llamo, fue la frase que puso fin a la conversación. Las miradas de los cuatro amigos se cruzaron preguntándose mil cosas, buscando respuestas a preguntas rutinarias y ocultas, esas preguntas que no dejaban de hacerse el uno al otro y en cambio no se atrevían a responder. Cómo está, ha mejorado, preguntó el madrileño sacándose la pipa un breve instante de la boca; espero que la hayan atendido bien, ese hospital es el mejor para casos tan delicados. Sí, sí… creo que está mejor, estaba con su madre, le ha pedido que le dejase llamarme, contra las advertencias del doctor Viagielli… la verdad que eso es lo que tiene el amor de madre… Y tu cómo la has notado, cómo la has oído, qué te ha dicho… preguntó Mónica con su particular tono interrogatorio y su inquietud de siempre. Dice que está bien, que volverá a casa en unas semanas, que está viendo por la tele aquel programa de humor que tanto le gustaba, que está feliz de que esté su madre ahí, de oírme… en general la he oído recuperada, hasta me sentí esperanzado. Pero ya sabes que esas cosas tardan Fran, debes esperar, esto lleva su tiempo, además ha tenido un shock emocional muy fuerte, un intento de suicidio no es algo que se supera en dos días, además… antes que el violinista terminase de hablar con su particular tonito acatarrado; sí, lo sé, sé que el problema ya viene de antes, afirmó Francisco.
Salieron del bar cuando la madre abandonó la estancia de Luna. Las estrellas espiaban por los agujeros de aquel terciopelo nocturno del domingo. Los cuatro amigos se dirigieron al teatro, a ver la Traviata. Ella se levantó no sin dificultad y se dirigió al balcón que después de varios intentos consiguió abrir. El acomodador les señaló los sitios, 12, 13, 14 y 15 de la cuarta fila, en la platea. Luna respiró los aromas dormidos del jardín. Fran se sentó rozando con los dedos el terciopelo violeta del asiento. Luna se miró las manos aún llenas de moratones y rasguños. Fran sonrió a Richard que se acababa de sentar a su lado. La luna iluminó aquel destruido rostro de la otra Luna. La anciana que estaba sentada a la izquierda de Fran observó aquella extraña escena de miradas cómplices y manos en la búsqueda de algo que no fue capaz de imaginar. Ella pensó cual debería ser, esta vez sí que sí, su último pensamiento. Richard disfrazó su triunfo con consuelo, el guante de la venganza estaba puesto. No podía perder más el tiempo, su último pensamiento debía ser él, su primer y último amante, su amor imperecedero, su sueño… Fran sintió como los violines, los celos y la voz cristalina arrancaba un poco más de él… Su mundo todo, aquel que la había vuelto loca, su mejor amigo, el violinista, el mejor amigo de su marido…Richard deslizó sus dedos por el terciopelo que aún retenía las huellas dactilares de su Alfredo Germont… Debía dejarlo, debía abandonarlos a todos, ella era el problema y lo sabía, además Richard le ocultaba algo… Fran no se inmutó, creyó que eran fantasías suyas, ya le había pasado otras veces… Nadie vio caer la luna aquella noche, todo permaneció quieto y rodeado de sombras en el antiguo jardín del hospital, las Violetas de Germont lloraban sangre, la victoria estaba servida… Deslizó sus dedos por el oscuro pantalón de pana y sus suspiros lo traicionaron, Fran ya se había dado cuenta hacía rato que no se lo imaginaba, Richard lo miró a los ojos, serio, titubeante, tembloroso, atemorizado… La luna se ocultó dejando el cadáver hasta la mañana siguiente descansar en paz… Sonaron las primeras notas de Brindisi, la mano siguió sin moverse su curso, deseosa. Mónica y Pier estaban tarareando suavemente la famosa melodía, cuando vieron que sus dos amigos se devoraban entre las sombras de aquel antiguo teatro, brindando por la muerte de la Luna.
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lunes, 29 de marzo de 2010
Discurso póstumo

Lo han dicho todos. Lo han visto. Han sentido como el tiempo pasar. Vieron romperse la taza. Desgajarse en añicos la porcelana frágil de la vida. La taza que sus manos abrazaron, manos frias que buscaban el calor de lo inanimado. Calor que nunca hayó.
Volvimos borrachos. La poesia despertaba entre las sábanas su nocturno enredo de seducciones. Su eterno juego de embolos, como dijo el poeta, su tormento fantasmal.
La mesa. En la mesa aún estaba aquella rosa maquillada de champán. Una rosa anaranjada, inholora. Mi rosa.
Rodeamos el salón entre focos que hacían despertar una imaginaria aurora, falsa, en el cristal de la mesa. En el cristal de la mesa, sí ahí, cortada por una mano que me avisaba, descansaba la flor. Alerta.
Todos estaban dentro de la casa. Ya era tarde....
Noches. Ya se han confundido todas. Innumerables noches, olor de cigarro, sueños violados, gritos de niños. El deseo de tenerse uno mismo. Él mismosin tenerse.
Se acaba el tema. Decir que después de subidas las escaleras, atravesada la penumbra del abandono de una casa por un adolescente, las palabras se acabaron. Solo se oyeron los sinrazones de las hojas de la palmera al otro lado de la ventana. Las constantes mareas de un pecho joven que seguia la luna de mis ojos. El tema terminado...la vida que expira su ultimo poema...la llamada.
Cuando sonó el teléfono, nunca pude imaginar hasta qué punto se romperían aquellas burbujas de jabón que fuimos inflando durante la noche. Imaginé que podría ser Marta buscando el perdido camino para llegar a la casa, vi a Silvio llamando enfurecido por ponerle los cuernos, supuse que hasta mi jefe podría incordiarme con un encargo más para Tenia d´Ellenn... pero nunca, oiganlo bien NUNCA, imaginé la noticia de su muerte tras la interrupción de un coito a media noche.
Escuché derrumbado sobre su pecho la noticia. Mi mano buscó consuelo en la entrepierna del muchacho, entre los rizos del nuevo día, los rizos de las nubes que pintó el viento...
Bajé las escaleras lentamente, rodeado de frenéticos gemidos y movimientos familiares... las copas vacías en el suelo empapado de ropas... las paredes sudando de músicas gélidas. Abrí la boca para soltar un grito pero en ese preciso instante unos labios mordieron los mios, una lengua busco el secreto de mi grito interrumpido en la profundidad de mi garganta, entonces entendí.
Recordé el rostro de aquella mujer que me había enseñado todo, que me había dato todo menos la vida, esa que imaginó ser mi madre, esa que para mí lo fue. Agarre el cuerpo que me besaba, poco me importaba quien era, no recuerdo si toque unos pechos de mujer o si una barba de dos días me raspó la cara, olvidé lo que palpé entre sus piernas... ahora yo era el heredero de la familia. El privilegiado, una de las personas más importantes del país que se entregaba al abrazo de un desconocido/a... que sucumbia al placer del sexo a ciegas. Yo que quice llorar su muerte...
viernes, 26 de marzo de 2010
miércoles, 17 de marzo de 2010
Yncrucijada

A MGP
Mi boli verde se ha quedado sin tinta. Lo tiro. Imaginar que tanto amor abortado en dos o tres renglones imaginarios lo ha desmentido todo, me estremece. Pensar que su nombre, que sonaba a marinerito y a rutina higuiénica, haya causado tantos baches en mis espinados sentimientos, que haya despertado eso infernales latidos tras este pecho blanco, flacido y vacío; me estremece aún más.
Lo imagino bailando un tango de Gardel, agarrado a la cintura blanda de alguna muchacha de ojos chispeantes. Muchacha que no se imagina, que él piensa en su hombre mientras la sujeta, mientras le desliza un pie entre los suyos, mientras la hace sentir... No sabe, pobre, que a cada compás de guitarra, a cada latido de las congas, a cada acorde nostálgico de un jaz al piano; él recuerda un beso salado de tabaco y madrugada, que su hombre le ofrece de forma nueva, a modo de buenos días.
Amanece, se podría hablar de dos escenas diferentes:
La primera, la de una romántica albada, en este caso de dos Romeos o dos Calistos, que huyen a la esclavitud del día a día que atormenta. Ristringiendo el milagro, para algunos antinatural, de amor entre iguales.
La segunda escena, podría ser la de un cuerpo desnudo que alarga su mano para aporrear a tientas el despertador del móvil. Luego, cogerlo quedándose dormido con él aferrado en la mano. Él y el móvil, a solas en la esquina. Luchando contra sueño, abandono, soledad y orgullo, que solo se refleja en la desnudez inevitable de las primeras horas del inciero día.
Si se nos antoja y damos rienda suelta a la imaginación... claro está, si disponemos de tiempo y ganas. Podríamos leer, escribir o escuhar, depende de quien seamos, que estos dos personajes aparentemente contradictoriso y opuestos, salen a la cinta transportadora de la acera. Tal vez dirigiéndose al trabajo, la universidad o el instituto... como más guste, orgullosos y precavidos. Vestidos impecablemente de la ordinariés que alguien ha llamado Zara o Springfiel, por ejemplo, o cualquier otro nombre patético que da lugar a todo este mundo de la belleza interior.
Así pues, cada uno se dirige, con cascos, bandolera, mal humor, café en el estómago y prisa a aquel lugar que a diario reclama su presencia y ellos odian. Aquel lugar en el que se ven a diario. Se escrutan las ropas sabiendo dónde fueron compradas e incluso a qué precio. Intuyendo el humor de cada uno de sus compañeros e ignorando el suyo propio. Sospechando de la sospechosa mirada que acaban de lanzarse. Bajando la vista el uno y frunciendo el entrecejo el otro, dibujan un rápido esquema de la situación del día y proceden cordial y mutuamente a ignorarse. Buscando cada uno su amor platónico, ya sea en la imaginación o en la vicía cama... amor que no es presente.
La verdad es que la ignorancia, es tal vez fruto del orgullo, la falta de atención y los prejuicios. Tal vez, el acto de hacerlo, de ignorar a diario sea la peor trampa que uno mismo pueda hacerse. Es más, ignorar, es tan solo privarse del momento y las circunstancias que este te brinda, y tal vez del futuro que te espera.
Es decir, todo estaba preparado, ese mismo sábado debíamos ir al Puerto y bailar salsa hasta caernos del cansancio y emborracharnos hasta que todo lo que se escurria por el corazón aflorase, pero no, nos ignoramos. Podríamos estar en el sofá de casa, mirando una peli acurrucados en un abrazo que jamás olvidaríamos, pero no, nos ignormaos. O podríamos estr haciendo el amor como dos bestias, o que él nos hiciese serlo, pero no, nos ignoramos...
De todas formas ytras tirar el segundo boli, esta vez negro; creo que todo termina tarde o temprano. Ocurre o no ocurre. Habla o se calla. Nace o se aborta. Y en este caso fue abortado, ese niño sietemesino lleno de vida y esperanza, ese niño llamado pasíón, ha muerto. Ese bonsai de sueños, regado con lágrimas y desnudez matutina, ya no existe... Ahora ese esperma único, que por primera vez en la historia ha concebido vida, descansa entre la ortiga seca del jardín. Duerme el verso, la sombra, los nombres y el sentimiento entre las oxidadas piedras que abordamos con palabras y desiciones. La vida...
sábado, 6 de marzo de 2010
Una sorprendente obra en la que podremos encontrar los rostros más famosos. Lo que tal vez no puedas explicarte es, qué hacen todas estas personas compartiendo mesas, conversación y lienzo...

Discussing the Divine Comedy with Dante
Discussing the Divine Comedy with Dante
viernes, 12 de febrero de 2010
A veces
No sololamente tú te sientes solo. Las cosas son mucho mas fáciles de lo que piensas. La noche hace amigos. A veces él está mas serca de lo que crees. A veces él no és quien piensas...
domingo, 7 de febrero de 2010
simpl e insomne

me vuelvo
a encontrar, simple,
ante la zambra
ensombresida/o el contacto
perdido de tú y mis poemas.
me vuelvo,
y ahí, me reconozco
mirándome a mí mismo,
de ambos lados de la carretera.
el yo simple:
un preso entre sentencia y sentimiento,
un ruido acuchillado
por la noche,
la voz que calla tanto
como dice.
y bien...
me veo.
frente a frente,
yo a yo,
simple a insomne.
me vuelvo
sobre mi rostro ciego.
olvido llanto y poema en la hoja.
el ruido de la gente,
y el martilleo eterno,
incesante, que se imita,
del sigue!, del sé!
igual.
eco de silecio roto
q me llama.
ceniza
de lo mismo.
me miro, él mira,
nos miramos...
a un lado se amontonan
todas esas calles,
el ruido de ruedas,
de gente, de pizadas,
de salpicados charcos sin melancolía,
de cirenaicas sirenas,
de luz, de miopía,
de gente que se olvida ver
y solo sigue...
insomne sigue
por la infinita noche.
al otro lado
calla el día.
amanece la luz crepuscular
entre las simples sombras.
hay ecos,
pero aún viven,
simples ecos
que callamos,
que nos callan.
el yo insomne se ve arrastrado
por la acera,
unos pasos,
que no persive que lo mueven,
unos que lo sumerguen en la noche.
el yo simple se sumergue en sí mismo
en el aleteo suave de sus
susurros,
en su sinceridad callada que habla sola.
me observo, él mira.
y esa pausa del tiempo,
ya barrera,
asfáltica y veloz,
de tiempo y agua sucia,
recuerda la insignificancia
de horas, de segundos,
que nos cautivan.
horas huidas,
huidas horas que perdimos.
que nos pierden.
jueves, 28 de enero de 2010
El Teatro y Margarita
Margarita Xurgú habla del teatro, del arte de la actuacion y de la perecedera fama del actor, pero tambien habla del espectaculo como herencia y del significado que tiene el entregarse y entregar esos momentos al público, renaciendo y haciendo inmortal la representacion.
Tambien, aquí, recita unos versos de F.G.Lorca una de las personas que mas influyó en su carrera artistica y su persona.
Deleitense
Tambien, aquí, recita unos versos de F.G.Lorca una de las personas que mas influyó en su carrera artistica y su persona.
Deleitense
Un trovador en Cronicas Marcianas
Masiel queríe parecerse a Arwen y se creia que estaba en Rivendelf, Boris aun no tenía canas o... tal vez no quería aceptar esa dura realidad y el presentador en fin... juzguen ustedes mismos.
Nos remontamos a 400 años atrás.
(Agua y aceite mezclados... por una vez)
Nos remontamos a 400 años atrás.
(Agua y aceite mezclados... por una vez)
Sin comentarios...
jueves, 21 de enero de 2010
jueves, 31 de diciembre de 2009
31 de Diciembre de 1909
Aqui un recorte de un periodico que se publicó el 31 de diciembre de 1909, en el que vemos las condiciones en las que estaba nuestro país. Es interesante el artículo que aparece de la " Miseria en Canarias" y seguidamente y por ultimo una articulo de Salvador Rueda
Crispin d`Olot

Emilio. G. Ranz./ La Bañeza.- Se llama Crispín de Olot, y es un trovador que lleva La Bañeza muy dentro de sí. Empezó tocando en un parque de Barcelona y luego se ganó la vida tocando por las terrazas de los cafés. Ha viajado mucho y ha conocido a gente importante que la ha sacado del anonimato y le ha dado a conocer a nivel nacional.Ultimamente ha participado en el programa "Tú sí que vales" de telecinco.
lunes, 28 de diciembre de 2009
sábado, 26 de diciembre de 2009
Treponema Palidum

FASE 1:
El cuerpo descansa,
roja en la piedra,
su desnudez acostumbrada.
Silencios,
de ces retorcidos.
Un rojo pañuelo
empapado sobre la cabeza del desnudo
enseña su curva crucificada
en éxtasis
sobre el ático de la Gran Vía.
FASE 2:
Dieciocho botellas de plástico
tiradas en el infierno de los adoquines,
chorros de falso semen;
babosas pegadas a mis dedos.
Flacas tortugas de esparto
arrastrándose sobre el semiplástico líquido
del vacío cuerpo.
Terminal
Mujeres deshuesadas
colgando de los faroles de cera,
trapos de carne
que adoran con lengua aspera
la torre de su entrepierna.
Su sombra se crucifica
una vez quemado.
Salvación o mentira...
inyectando mis voces.
Y todos no somos nadie.
Dime:...
quién se ha encontrado??

miércoles, 23 de diciembre de 2009
Si el hombre pudiera decir
Uno de los pocos poemas en el que un hombre a podido trasmitir tantas sentimientos y verdades juntas... un poema que a mi personalmente me ha cambiado. Disfrútenlo.
Kseniya Simonava
Cuando cada grano de arena cuanta... cuando la verdadera magia esta en la nada... cuando el sentimiento mas profundo nace de uno mismo... cuando el niño que llevas dentro vuelve...
Ultimas

Subió la rampa
buscando el ventanal.
El ala del ave negra
batía sus sombras
sobre el hilo de la historia.
El último paso
lo detuvo al borde del precipicio.
El rostro alegre y tostado de Albert
apareció ante sus ojos.
La voz interior del mortal que había sido
calló.
Rodeó la tierra,
la esfera insomne
que llenaba el espacio.
Miró el destruido firmamento bajo sus pies,
la torturada bola azul
en la que nos habíamos borrado;
y sabiendo que el astro había estallado
completado ya su ciclo,
se dejó arrastrar
por la fuerza
de inmenso vacío que sentía
y en el que estaba.
martes, 22 de diciembre de 2009
Los dos azules

Nunca fue un chico normal, Inés me lo había advertido.
Él era su propio mundo, se pasaba las horas mirándose en un espejo de mano, repasando con el dedo anular los rasgos de su rostro, impropios para alguien de su edad; demasiado femeninos, demasiado misteriosos. Como si los sueños de los pintores franceses se reencarnasen en aquel cuerpo que se adoraba, iba descubriéndose en el espejo como en el agua de Narciso, él que nos adivinaba a cada pensamiento que salía de nuestras bocas. Él que perdió su nombre entre las páginas del primer año de filosofía y mis versos…
Dijo que le agradaba el contacto frió y áspero de las piedras del claustro cuando me lo encontré tumbado a última hora. Al principio no reparé en él, su pelo rubio y ondulado, su piel blanca, su ropa color asfalto se confundía con el pavimento y las palomas que lo rodeaban; cuando él atrajo mi atención y lo miré, olvidé para qué y a dónde me dirigía y me percaté de lo surrealista que era aquella escena. Me acerqué. Cogí la bolsa con las migas de pan, e hice ademán de sentarme. “Acuéstate” me dijo antes de que pudiese tomar asiento, como si ya hubiésemos hablado durante horas, “de aquí se ve todo, los cuatro ángulos de la vida…” dijo señalando el cuadrado que las paredes del claustro dibujaban sobre el cielo azul de mayo, “…somos el rostro canino plasmado sobre dos azules…” fruncí el ceño, cosa de la cual, al parecer, se percató “… el azul claustrofóbico, el azul color sangre que nos atrapa en esta isla, el azul de media noche que no permite refugio en el sueño…” me quedé helado al oír esas palabras; cómo era posible volver a oírlas esta vez en boca de un adolescente que las reproducía idénticas, escalofriantes, al igual que yo, pero veinte años después. “el otro azul es más profundo, más lejano, mas infantil, un azul de libertad, como si fuese una pantalla, la verdadera y gran pantalla que lo revela todo, en cuya tela se ruedan las películas reales que nadie se ha molestado en ver nunca.” finalizó diciendo. Luego me cogió la bolsa de migas que yo agarraba con fuerza y sacó un puñado de ellas. Ahora las palomas nos rodearon a los dos.
Me quedé mirando el cuadrado inmóvil, frágil y eterno del cielo; el cielo cuyo color daba nombre a la ciudad, el segundo azul, ahí donde miraba su reflejo de sombra que se mezclaba y volvía a surgir como si del espejo de mano se tratase, color laguna, El Cielo, color cielo, La Laguna, La Guna… en el rostro canino, plasmado en dos cielos, en dos nadas, en veinte años que ya daban aviso de su retorno mortal e imperdonable. Agua y H2O y algo mas que no recuerdo………
Yo: Profesor de literatura después de haberme muerto en la vida.
Él: Descubridor del color y ángulo que causa muerte.
Yo: insomne testigo de dos muertes en veinte años
Él: el tercer condenado de mi testimonio.
Yo: el atrapado en la sombra de la más pequeña y grande de las siete islas.
Él : el buscador de rasgos propios, ajenos, animados e inanimados en el cielo.
Yo: último oyente de la verdadera razón que nunca he dicho
Él : el único amigo de las palomas del claustro
Yo: lo encontré mañana, confundido ya entre piedra y pico de palomas
Él: el que intentó volar por la ventana de la biblioteca
Yo: el que escribí los dos azules en las hojas que tenía en su mano
Él: el dueño de la sangre que empapó mis dos azules
Esos dos azules que me han escrito, los que han encontrado, sobre la sangre azul del cautiverio, la libertad del claustro y la amistad asfáltica de las palomas. Tercer guión sangriento de caída tilde en el claustro.
O2,H2O, CH4.
el novio de la muerte

Un día más la elegante rebeldía de los intelectuales se respiraba en el Café Central. Las mesitas redondas de estructura delicada, como todos los días, lucían sus almidonados manteles de lino sobre los cuales reposaban los objetos más diversos; en una de ellas, algo más grande que las demás, apartada en un rincón, se encontraban sentados dos jóvenes un poco taciturnos, vestidos propiamente para una noche de viernes, ambos con los pies cruzados, perdidos en algún rincón de sus mentes, imaginando, creando algo que ni los censuradores más experimentados del país pudiesen imaginar.
Uno de ellos, ligeramente más feo que el otro, con pelo oscuro y pronunciadas entradas, ojos pequeños y astutos, labios finos y nariz chata, escribía con rapidez algo en una hoja doblada por la mitad, de rato en rato se paraba y miraba a su acompañante que por el contrario lucía una melena más bien rubia peinada hacia atrás, que acompañada de sus ojos desorbitados de un marrón con destellos amarillentos, su nariz larga, su boca carnosa, sobre la cual se elevaba un bigote cuyos extremos se enrollaban formando dos círculos casi perfectos, le daban la pinta de un verdadero loco. Y efectivamente así se comprobó con el paso de los años, que aquel joven llamado Salvador, el cual se convertiría en una de las figuras más pintorescas de la España de siglo XX y que todos conocerían por su apellido y las extravagancias de sus pinturas, sería (sin intención de exagerar) uno de los locos más geniales de la historia.
El pequeño bar fue llenándose de rostros por todos conocidos, nombres como el de Gerardo D. el elegante Luis o aquel futuro marinero en tierra, de pronto llenaron el ambiente. Cuando el viejo piano dio la última nota y la voz de la Xirgú se quebró en un final ligeramente desafinado, como el ruido que produce una copa de cristal bohemio al romperse, escalofriante pero bello, la voz del joven que minutos antes estaba escribiendo a toda prisa, surgió como el tañido de miles de campanas entre rostros absortos que dirigieron la mirada hacia él. De pronto el bar se transformo en una fragua de la sierra granadina, la enorme araña que alumbraba el local cobró aspecto de luna con polizón de luz eléctrica, y el poeta que segundos antes había comenzado a leer, ya no lo era, ahora era un niño frágil que jugaba a muerte con la luna, entre notas dispersas de piano y romances de zumayas y martinetes, ahora el poeta que todos conocían por Federico, era el niño que velaba la fragua, era el novio de la muerte.
Uvo-ivo

Volver,
regresar,
esconderse,
huir,
recordar,
sentir,
sentirlo lamentarse,
desaparecer…
buscar…
Postales.
Cuatro duros flotando:
una foto
y ella inmortal
se busca,
observa,
no se ve
y en cambio es la perfección.
Yo soñando,
Buscándome.
La verdad
todo es tinieblas.
Un cristal,
un mosaico de emociones…
La playa,
flores, una tarde
oscura que se hunde,
violetas,
volver,
verse
revivir
las uves de la vida,
ver la viva en uvo ivo;
Evoras,
Evas.
Capitabujarromática

En la copa
nocturnofantasmagórica,
profundofierodesplántica,
insomnolunatacónica
y gelegoucrasemántica;
su rostro alatinógeno,
mi mano romasdistálica,
su pelo metamorfóico,
mis besos despiertaimágenes.
He visto emborrachándome
su cara Cristoicónica,
sus ojos gratificantes,
mis pies rotosanguíneos,
sobre ideas poco románticas.
Las sábanas verde botánicas,
los versos rotritrimétricos,
el fondo cavahermético
del alcohol de mis lágrimas.
Pensamientos burbujoeternoascendentes,
preguntas de poca importancia,
mesita tras una palmera:
Dickens, coca-cola y un cava…
Inventos antipoéticos
zapatos reconfortantes,
la foto sin rostros visibles,
los dedos medio asfálticos.
Un ole con ole y ole,
un deje de humo gitano,
una bramlina un poco molesta,
y el tan esperado apretón de manos.
La “cena” verlairimbautica,
la atracción mudo sinética,
la innombrable poética
dichosa, que tendrá en sus manos.
Y más jotonigeica ,
chaqueta genialmente patética,
rubores de bares sin rumbo
con seres de burrotocrásia.
Josemaría franciscoairámica,
carmecapitabujarromática,
tarimofléxia zapateótica
alegría palmocaótica, desesperante.
Llovizna de conga cubana,
cruelmente inspiradora,
inalcanzable a tres centímetros de distancia,
suspendida sobre la bola,
que lo siento, no está ahora.
Un rato de patosiméria,
otro de taxisacojotefloreinfectante
y uno con hondos suspiros (cansado)
y el otro (zapatos en mano)con fieros desplantes .
Y no, no hablaré del final,
tan tristemente decepcionante,
la jotanigéica añorada
dolchetobosocervántica,
El golpe del hombro sangólfico
en la calle josebellogalvánica,
dos delfines de hielo en wiskonsi,
no derretidos, Joaquín, separados!
Les boîtes jaunes

Ritmo de algún verso. Día gris, sol gris, rostro sumido en voces bajo la sombra del porche. Calle sucia. Dos millones cuatrocientos cincuenta y siete adoquines embarrados y apestosos de la calle General Franco. Bares. Panadería alemana con olor a pan recién horneado. La vieja del “cortao” leche y leche de todos los días: mismo vestido, mismo rostro, un día menos de vida, la vieja... a pequeños sorbos.
Tarareo tanguillos, con hambre, inventándome las letras. Borrones sobre los ladrillos del edificio de enfrente. Un ruidoso piano de los años treinta, un cabaret, una puta vieja, un maricón negro bajo el refugio del telón manchado de “arte” y él (al que recuerdo ahora) que me entristece.
Entonces solamente era yo, no habían conseguido estropearme; mi rostro aun me correspondía y me identificaba. Era invierno. Yo, sin un maldito duro.
El espectáculo comenzaba a eso de las siete y veinte. Guitarras templadas, voces rotas, resacadas. Algún que otro golpe valiente en la destartalada tarima. Gritos, bullicio. El maricón negro hacía de eunuco furioso, defendía a la puta, por esa noche convertida en princesa, pobre puta... Él se enamoraba de una maceta de claveles (uno de ellos marchito, la idiota de Concha se había olvidado regarlos).
Silencio, el descanso, los supuestos artistas engullendo ron en los camerinos llenos de ratas maquilladas. Otra vez el piano (esta vez bajito) pero que parecía ruidoso a la hora de la siesta y el copa y copa del personal. “¡Cállate Ramón, coño!” gritaba la puta ya borracha, sombrero en mano, abanico roto. El negro emplumado bailando por una cabeza con Toñín el del ballet me provocaba una extraña sensación.
Era tarde, yo esperando, cansado por mi primer día de trabajo, escoba, paño, fregona y demás cachivaches en mano, para limpiar, para dejar todo perfecto. El chico de la limpieza, y punto.
La ronca voz de la andaluza comenzaba el final. Al fin comenzaba, esa andaluza que tan bien me caía, la única con dos dedos de frente.
“¡Enamorarse de una maseta de claveles, ridículo!” exclamaba yo después de la obra. “tal vez si fuera una planta carnívora capaz y todo, creíble... pero claveles... y con lo feos que son...y él con lo perfecto que es: el bailarín sin nombre, portugués o algo así, no, espera, no, creo que español...bueno en fin qué más da... el bailarín” y sin atreverme a pronunciarlo pensé: “mi bailarín”.
Como todos los días Pavel comenzaba con la viola, Gardelito con su típico redoble y luego la andaluza, ronca embriagadora; La puta entraba como haciéndose la normal y le salía bien y todo. El negro, trayéndole el té (cosas de maricas).
Media hora de espectáculo asqueroso por la rendija de una tabla suelta, en el lateral derecho del cuartucho de la limpieza, en lo más alto del teatro, para verlo a él solamente. Me habría gustado ser entonces un clavel entre sus manos. “¡Mierda!” pero que solo me sentía por aquel entonces. “¡Pero mírate, si se te cae el plumero! Estas celoso, reprimido, triste…” me decía a mi mismo murmurando rabioso “¡Pero si se te cae el plumero...! que va... ¿el negro? No, no, no... peor aún, si, un buen rato.”
Inocente, que más se podía esperar de uno a los quince años, enamoradizo, crédulo, fantasioso, autor de poemas mediocres y cursis a la hora de la siesta, soñador de claveles en boca, pajaritos en la cabeza (en ocasiones pajarracos). ¡Escobas, polvo, agua gris, lejía...! ¡Ese es tu destino! Me hubiera gustado que me dijeran, pero no, a los quince años, nunca hay nadie para recordad esas cosas tan simples, eso viene después.
Limpiar, barrer, frotar, con cuidado “Ojo, que lo rompes” “¡Eh! Tú, pásame la chaqueta del coronel” “¡Pero bueno, niño. Este espejo está sucio!” “...eso es, limpia, limpia, que por eso se te paga” “Chaval, corre tráeme eso” “¡Eres imbécil o que te pasa, en qué demonios estas pensando” Las típicas ordenes, insultos, broncas, del trabajo. Pero aparte de eso todo iba viento en popa, el espectáculo marchaba genial (para lo maro que era) todos terminaban desbaratados en los camerinos pero, nadie se negaba a una copita pos-espectáculo. Mi trabajo era limpiar, pero una de las ventajas era el tiempo que tenia para pensar, escuchar, observar y también (como ocurrió más adelante) enamorarme.
Trajes sudados sobre las sillas, olor a pólvora, luces fuera, música fuera, el silencio absoluto, noche cerrada sobre el telón, las estrellas de borrachera en calle Tinto-La Pampa. El chico de la limpieza, la hora...un ruido.
Salí del viejo teatro, un par de insomnes coches sobre la carretera, perdidos en quien sabe qué historias. Otro ruido semejante. Rodeé los contenedores de basura de la esquina de la calle, gatos, otro ruido más, olor a sombras, a pólvora reciente, a apagadas luces, a amante, a negro, la noche. Mire escudriñando la oscuridad, sí, era él, con el negro entre sus brazos acogedores, sobre un buzón de correos, las camisas desabrochadas, suspiros, sensaciones; despacio como entretejiendo el uno al otro. Pánico...no, dolor...no, coraje... envidia... una alegría amarga y creadora de esperanzas. Susurros, más ruido, labios rozándose, dos cuerpos en contraste amándose sobre el buzón amarillo, páginas de mi vida ambulante, tristeza sobre tristeza anestesiándome; de pronto una necesidad incontenible: esconderme, rápido, esconderme...
Me escondí rápidamente detrás de la esquina, espiando a ratos una relación oscura que me airaba, escuchando, perdido ya el control entre ellos, las voces divertidas, los dedos susurrándose ternura solo intuida; por mi rostro lágrimas, envidia, más envidia, mi primera ilusión ya quebrada, mi primer hombre con mayúscula, mi primer engaño... cambios, sobre la acera, calle del Teatro Viejo. Y heme roto. Cambios. Mi rostro borrado. Buzones amarillos.
Bulevar Thomas

Estaba perdido en la penumbra del bulevar de la avenida Thomas. Era viernes, diez de la noche.
Tenía dos horas para merodear por las calles antes de que saliera el último tren hacia el aeropuerto. Las noches cerradas como esa, me gustaban. Iba con paso lento, tropezando por la irregular acera pestilente; todo daba vueltas a mí alrededor, oía voces, y esa pesadilla que despertaba de noche en la vieja y civilizada ciudad, se parecía a mi vida. Una gran mentira. Una actuación de títeres poseídos.
A medida que avanzaba lento por aquel gris desfiladero de bloques y cemento, los esqueletos de las enormes edificaciones me aprisionaban; de los siniestros portales salían mujeres que protagonizaban sus vidas tan solo por temor a encontrarse con algo peor si morían. Salían de noche, eran solo la sombra de lo que es una vida, se vendían para empobrecerse, y llenas de odio e impotencia se iban consumiendo para morir en una habitación de algún hotel abandonado. Una de ellas me miró, señalando luego la puerta de un burdel más. Desvié la mirada.
Desde el día de nuestra boda, supe con absoluta certeza que la dejaría. Siete meses después, así lo hice. Le pedí a Margerit, la secretaria, que me buscara un pasaje de ida a Paris, que me reservara una mesa en el restaurante de Cedric y que no me esperara hasta pasados unos meses. Chantal se encargó de todo lo de la empresa, ella sería la única que sabría algo de mí en mi ausencia; solo ella, porque era la única amante a la que no pude abandonar. Tenía unos veinticinco años más que yo, y era ya una señora; obesa, de pies cortitos y cara de lechuza. Me adoraba… decía que le recordaba a su hijo.
El vuelo salía a las dos y treintaisiete. Yo soñaba con estar en París, ir a un pequeño bar que descubrí hacía años en uno de mis habituales merodeos por las calles olvidadas de la ciudad, en el cual se respiraba un aire a otros tiempos, donde intelectuales y arruinados maricones, iban para tomarse el café más barato que pudieran servirles y recordar. Solía escribir en ese bar, sentarme frente a una sucia ventana, mirar la puerta de un garaje y soñar………….
Mientras pensaba en ello caminaba por la parte final del bulevar, donde personas de oscuros sombreros y abrigos otoñales se cruzaban en mi camino, sus caras no decían nada, eran la gente silenciosa, inexpresiva, fría, yo los llamaba los espectros del bulevar Thomas. Había algunas cafeterías en las cuales brillaban tenues luces que me reconfortaban, me sentía liberado; como recuperando de nuevo el control de mi vida. Imágenes de Lucía iban desapareciendo de mis recuerdos y, se escribían páginas nuevas, a toda velocidad, (trescientas páginas por segundo), de una vida nueva y triste, al borde de un precipicio. Había un susurro de hojas secas alrededor, de manchas de tinta en un folio, olor a libro nuevo y a idea fresca, me parecía que vivía uno de esos sueños que garabateaba a veces, y bautizaba como una de mis obras maestras. Me sentía como si fuera protagonista de una novela real, y todo cambiara de repente, como si el mundo parase y cogiese otro desvío, porque a mí me daba la gana, como si una voz, (la de Lila Down) envolviera el bulevar de leyenda… como si fuera el primer día de mi existencia (ese último) y todo callase a mi paso, sin verme… sintiéndome. Pero de pronto entre las sombras, una luz, una cara inocente de rasgos infantiles, un vestido rojo bajo un gris abrigo.
Cuando me acerqué no miró, tuve que pararme frente a ella y “qué hora es” preguntarle, para que comprendiera lo que quería. Eran las diez y cuarenta de la noche de aquel primer día (el último).
Subimos una escalera de caracol. El lugar estaba desierto, solo una nota de violín desafinaba oxidada a lo lejos, la voz tenor de algún muerto… le cogí la mano. Sentí que se estremecía. La habitación olía a mirra y colonia polaca; la cama perfectamente hecha, sabanas nuevas, un armario (vacío, supuse) en un rincón, un abochornante olor a semen y bragas de puta (si es que las putas llevan bragas), creo que… las sábanas, no son nuevas, pensé finalmente.
Le cogí la frágil muñeca y tiré suave y despacio hacia mí. Rehuyó mi mirada, estaba nerviosa… ¿virgen? pensé, ¿un mal día?...en fin, que mas me da a mí, razoné. Ella tenía unos diecisiete años o poco menos, su piel tostada, pelo rubio… recordaba una cerveza (…era hermosa y rubia como la cerveza…en su brazo tatuado un corazón…; una copla.) tenía unos ojos verdes aceitunados, labios finos, pechos pequeños y un colibrí entre ellos que latía nervioso. No pensaba tener relaciones con ella esa noche, pero tampoco le dije nada, ella tomando la iniciativa comenzó a desnudarse, curiosamente de espaldas a mí, ¿provocación?... ¿vergüenza?... la observe detenidamente. Era una niña. En uno de sus muslos tenía tatuada una mariposa verde, que casi se fundía con su piel, tenía unas curvas suaves e infantiles, unas piernas delgadas y la cintura más bien estrecha. “Ven, siéntate aquí” le dije poniendo una mano en la cama. Se acercó menos temerosa al oír mi voz cansada. Me desnudé.
Ella esperaba que le dijera algo. Me senté en el borde de la cama, me estallé los nudillos de los dedos de las manos y cerré los ojos; me rodeó el olor a semen en la almohada, a pechos de mujer en la mesita de noche, a besos en el armario vacío, a ruidos de placer en los vidrios de las ventanas, a traje sucio a la mañana siguiente, a puro, a coñac barato, a colonia polaca, a bragas de puta… todo giró una vez más, por milésima vez en aquellas escasas horas que habían pasado desde mi marcha.
Abrí los ojos. Nos miramos. Moví la cabeza de forma negativa, sonriendo. Ella se extrañó… Silencio incomodo. Alguien de nosotros dos encendió un viejo ventilador aunque hacia bastante frío. Ella por primera vez liberó un sonido de su boca y me preguntó la hora. Solté una carcajada sin poder contenerme. “Es medianoche”.
Nos tumbamos los dos a escasos centímetros uno del otro, sin rozarnos, en la enorme cama donde tantos otros se habían acostado, de muchas formas, para hacer una sola cosa. Pero estoy seguro que nadie lo había hecho para hablar, para pensar en algo, o para llorar simplemente de repugnancia o celos; precisamente a eso fui yo allí. “me gusta como se mueve” le dije, observando la raída tela de la cortina que se movía suavemente por culpa del aire que se colaba por el balcón, “cuando era niño, en casa, teníamos una enorme terraza, en la puerta de la cual había también una cortina parecida, y se movía como si quisiera huir volando…así, igual.” ella me observó silenciosa pensando en algo. “Es mi segunda noche… y aún soy virgen” levanté las cejas “ayer Molly me ofreció trabajar aquí y yo acepté; por la noche un ricachón árabe, de unos sesenta años vino… pero tuvo, en fin, ya sabe usted, que no se le…” aclaró la chica con vergüenza, yo me estallé de la risa “pues tendrás que soportar tu virginidad un día más, nena” dije mirándome las uñas, “es usted escritor verdad” preguntó la niña, la miré interrogativo, “ es que mi padre también lo era, así que os reconozco rápidamente” Yo no soy un escritor, pensé, soy un poseído, un manipulado, una sombra de tinta y letras que nadie reconoce ni entiende, y tu menos, niñita…“Mi padre era J.H. Herder” el corazón me dio un vuelco “Pobre diablo, fue un imbécil” dije con tristeza; fue uno de los que conocí en la editorial, al publicar mi tercer libro… realmente era un discapacitado en cuando a las letras, un loco, alcohólico, muerto de hambre y con siete chiquillos de equipaje. “Tu padre no era un escritor…” le dije.
Pasó media hora.
Había perdido el tren.
No iría a Paris, al menos esa noche no.
Le tomé la mano y le miré la palma abierta, cubierta de escarcha, de diminutas rayitas, como un cristal quebrado. Le di un beso. Otro. Le acaricié la mejilla y se sonrojó, la tranquilicé. Le di un beso en la boca y ya no pude parar. Hicimos el amor como todos aquellos que ocuparon esa cama, (rompí mi promesa) la poseí con rabia, con fuerza, ternura, venganza… miré sus ojos como dos galaxias en plena formación, sus suaves gemidos en los que se mezclaba dolor y placer, besé sus labios finos, rosados, los mordí hasta que unas gotas de sangre afloraron a la superficie, y en el momento del éxtasis, cuando nuestros cuerpos (tan diferentes) se fundieron, la miré a los ojos con mirada de cariño, y sus pupilas puras y plenas se abrieron, en el momento en el que mi cuerpo desprendía una parte de mí para ofrecérselo a ella, con el propósito de crear vida… aunque esta nunca llegara a existir.
El engaño.
La niña tirada en la cama, ojos abiertos, los minúsculos dedos enlazados entre los míos, la cara triste, la cabeza en mi hombro corroído, ya viejo para sus lágrimas. Tenía (y aun tengo) la facultad o el inconveniente de perder la noción del tiempo, de irme a algún sitio desconocido, por eso no puedo decir cuánto tiempo pasó hasta que me separé de ella en esa cama compartida por medio Nueva York y comencé a vestirme, deprisa. Ella debería estar pensando (o tal vez no, por su corta experiencia) que soy como todos, mojo, me relajo, un cigarrito y good bay bayby. Seguramente haya tenido razón. Dejé dos billetes de doscientos dólares en la mesita de noche, con aroma de pecho de mujer y otros dos en el bolsillo de su abrigo sin que ella se diera cuenta. La miré, pensando, intentando recordar su cara triste quitándose un mechón de pelo de la boca, “adiós, dale saludos a tu madre” “mi madre está muerta, pero se los daré”…
El cielo iba clareando y ofreciendo un confuso color pardo en los túneles de firmamento que los rascacielos me permitían ver. Algunos locales iban comenzando su funcionamiento, salía un intenso olor a pan de un local en la esquina de una callejuela, busqué mi teléfono, no estaba. Maldita sea. Me acerqué a una cabina, metí unos centavos, intenté recordar… 6…27…45…28…4…3… el número de Chantal… el particular sonido de espera… esperé… alguien cogió…
Fui a una cafetería de la quinta avenida, con la ropa del día anterior, con olor a sexo en el cuerpo, a despecho en el alma, a canción de desamor, la quinta avenida, café americano, debería estar en París ahora, mirando el Arco del Triunfo, a los franceses, los turistas… maldita niñita… Chantal dijo que vendría alrededor de las nueve, yo ya llevaba un par de americanos, un par de horas. Ocho menos cuarto, ocho, ocho con diez minutos y tres segundos y yo pensando en París; ocho y veinte, volvía de Europa y pensaba en la mujer que abandoné aquí… que se joda, pienso. No tengo remedio… Ocho y media, medio suspiro, recordé sus ojos en pleno orgasmo, no hay mejor sensación que mirar a tu pareja a los ojos en ese momento, aunque sea una puta, una puta virgen. Nueve menos cuarto, una conglomeración de personas a través del vidrio, trajes negros, parecía una mentira de Hollywood que yo me creí, una peli de las nuestras. Nueve y un minuto, comencé a desesperarme, nueve y tres minutos, la puerta del bar se abrió, una vieja enjoyada con su marido medio muerto, nueve y cinco, yo con la cara apoyada en los nudillos de los dedos miraba la taza vacía, un golpe en el cristal, la cara de reproche de Chantal, un gesto de dateprisatio, relajatequeyaestasdenuevocomounamoto, vengadejatederoyos, yavoycoño!, salí del bar, nos miramos. Ni una palabra. Me senté en el coche, ibamos a su casa. “Qué te ha pasado…” “una niñita del bulevar Thomas” de nuevo cara de reproche, de enfado “estas celosa” pregunté sonriente “No” dijo casi en un grito “Cuánto hace que no follas” pregunté; silencio. Una curva en la carretera, un letrero, la ciudad esquelética en el cristal, gastada. Mañana me voy a París, con la putita, pensé, espero encontrarla. Sí, la encontraré en el bulevar Thomas, me dije, nadie desaparece así como así de ahí, ya les gustaría a muchos. “Sácame dos billetes para mañana a París, a primera hora”. Me miró con ojos tristes, rendida; arrugas, años… dos lágrimas de soledad mojaron su blusa de seda malva. Yo pensaba en la niña.
Los esqueletos grises en el horizonte.
Y toda una obra de títeres poseídos.
Punto.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
El octavo silencio
Haberse escrito
en silencios octavos de la lengua
es sufuciente.
Decir que en si la "de"
ya es de-masiado,
que son absurdas
las invensiones mudas
que han inventado
las olas del saludo,
los trazos mismos de ies invertidas.
Y es igual lo que se enseñe de la vida,
el rompedor aullido de la nada
sigue siempre
escombro del vacio.
No me han dejado contar
esta grafía doble
de des y haches
que siempre se dan la espalda.
Es sorprendente ver
que una parte de tí
ha estado muda,
en cambio ahí,
contándose el universo a solas.
en silencios octavos de la lengua
es sufuciente.
Decir que en si la "de"
ya es de-masiado,
que son absurdas
las invensiones mudas
que han inventado
las olas del saludo,
los trazos mismos de ies invertidas.
Y es igual lo que se enseñe de la vida,
el rompedor aullido de la nada
sigue siempre
escombro del vacio.
No me han dejado contar
esta grafía doble
de des y haches
que siempre se dan la espalda.
Es sorprendente ver
que una parte de tí
ha estado muda,
en cambio ahí,
contándose el universo a solas.
pre-posiciones
Las lentes caen al mojado suelo.
Él, sigue mirándose por primera vez.
Ha pasado solo un minuto
a ver si estaba un amigo;
pero...-Adios,
el nombre ya no está en el espejo
donde a/ante/bajo/con su aliento hablaba...
No le apetece,
y yo, ya entiendo
el cristal de manos
sobre la rota lente.
Él, sigue mirándose por primera vez.
Ha pasado solo un minuto
a ver si estaba un amigo;
pero...-Adios,
el nombre ya no está en el espejo
donde a/ante/bajo/con su aliento hablaba...
No le apetece,
y yo, ya entiendo
el cristal de manos
sobre la rota lente.
Faltas
Faltan diez minutos
para que sea mañana,
faltan dos colillas en el cenicero,
falta el olor a pecho
que se eleva suavemente
a tu lado.
Faltan las seis piernas,
tres y tres a cada lado;
falta el raro gusto del borracho beso,
falta el despertador de madrugada
que se olvido de sonar y falta
el marco de aquel cuadro
que se rompió en la escalera.
Faltan los pros y contras
de ayer a noche,
falta el humo del sexo en alcohol,
falta la sombra
que cada vez es menos sombra,
falta lo que nunca ha faltado
y hoy faltó.
Falta la falda volando en las fotos
blancas y negras de Merylin Monroe,
falta el porche
que un viejo aparca frente a mi casa,
falta porque el viejo
hace dos minutos que murió.
Faltan los compaces
2x4 de aquel pasodoble,
falta el sonido de tu acordeón;
faltas de todos, faltas de nadie...
faldas, escotes, medias...
que este niño alguna vez miró.
Y ahora falta que diga
lo que nunca me falta:
tu viejo aliento helado
sobre mi corazón.
para que sea mañana,
faltan dos colillas en el cenicero,
falta el olor a pecho
que se eleva suavemente
a tu lado.
Faltan las seis piernas,
tres y tres a cada lado;
falta el raro gusto del borracho beso,
falta el despertador de madrugada
que se olvido de sonar y falta
el marco de aquel cuadro
que se rompió en la escalera.
Faltan los pros y contras
de ayer a noche,
falta el humo del sexo en alcohol,
falta la sombra
que cada vez es menos sombra,
falta lo que nunca ha faltado
y hoy faltó.
Falta la falda volando en las fotos
blancas y negras de Merylin Monroe,
falta el porche
que un viejo aparca frente a mi casa,
falta porque el viejo
hace dos minutos que murió.
Faltan los compaces
2x4 de aquel pasodoble,
falta el sonido de tu acordeón;
faltas de todos, faltas de nadie...
faldas, escotes, medias...
que este niño alguna vez miró.
Y ahora falta que diga
lo que nunca me falta:
tu viejo aliento helado
sobre mi corazón.
La Vieja
No quiso vestirse más
de aquel color,
para ella
el azul había muerto.
Todo se escondía
tras sus viejos párpados.
Su desdentada mandíbula
y sus secos labios
no consiguieron recordar sus besas
aquella mañana,
ni el dolor
de los siete partos estériles
que había matado sus vidas.
Y aqella noche,
que ya alguien había llamado plateada...
subió a la silla de la despensa
vio palpitar el astro sin nombre
que siempre la había perseguido;
no oyo nada
aunque quiso oir el silencio...
Se entregó a él, como si todo fuese entonces
la muerte
que tanto había buscado.
de aquel color,
para ella
el azul había muerto.
Todo se escondía
tras sus viejos párpados.
Su desdentada mandíbula
y sus secos labios
no consiguieron recordar sus besas
aquella mañana,
ni el dolor
de los siete partos estériles
que había matado sus vidas.
Y aqella noche,
que ya alguien había llamado plateada...
subió a la silla de la despensa
vio palpitar el astro sin nombre
que siempre la había perseguido;
no oyo nada
aunque quiso oir el silencio...
Se entregó a él, como si todo fuese entonces
la muerte
que tanto había buscado.
viernes, 20 de marzo de 2009
Cheer`s bar
Aquí una historia mia... que os parece?
El avión sale a las 12:55. Estoy en el apestoso metro. La gente camina empujando, pisando el barro sobre los adoquines, respirando fuerte, sin mirar, caminando como poseídos por una fuerza que les impulsa a ninguna parte. Al fin, siempre.
Interrogantes, comas, versos de Ángel González, frases, pretérito pluscuamperfecto, dos por dos: diecisiete, un colibrí en el metro, la voz ronca de una mujer en el gramófono, una pintura verdegrís en los cristales, un tango, diez duros en el bolsillo. Siempre llego tarde; dos taconazos… y esto es Gloria. Los interrogantes de la eternidad. El metro, San Fernando, nueve de la mañana. Una comedia ligera. Siempre tarde…
Miau, mi gato, araña la puerta del dormitorio. Negro y astuto, el de Maestro y Margarita. Pan del día anterior con café aguado, sin azúcar, un chorro de leche. Estoy como un zombi; un día asqueroso. Camino desnudo sin rumbo fijo por la casa, las cortinas corridas, todo polvoriento; vasos, latas de cerveza y comida por todos sitios; la fiesta de anoche. Laura, Javier, Paolo, Luci, otros cuatro muchachos que vinieron a medianoche, Mario y Lole besándose en la cocina; las luces tenues, los porros, el vodka con zumo de tomate, ruidos en el patio interior… Susana. No me apetece recoger la mierda ahora.
Miro a Miau, desvía la mirada. Voy a la biblioteca. Se me parte la cabeza, los ojos hinchados, el gusto a tabaco y aliento de disculpas, mentira… Susana siempre es así, siempre; ya estoy acostumbrado.
La puerta está abierta, docenas de libros rotos en la alfombra turca, papeles manchados de whisky, borrones de letras de desechas obras maestras; más de diez mil volúmenes… menos mal que mi padre ya está muerto. Recojo una hoja, no se entiende una palabra, me siento en el sillón burdeos de la ventana, tarareo un tango de Carlos Cano, suave, muy bajito.
Suena el móvil, no sé donde está, busco en la mesa, no; en la estantería de Platón, tampoco; entre los papeles del suelo, suena más fuerte, pero no lo encuentro… entre los cojines del sofá, no… en la papelera… Lo cojo, “si” digo con cansancio “Hola nene. Antes de que digas nada, te explico… necesito huir, no puedo, quiero verte. Ahora me arrepiento, todo esto es una mierda…” “Dónde estás” pregunto “En el aeropuerto, en Barajas … Te espero.” Cuelgo el teléfono sin decir nada. Me apoyo en la pared, tiro el móvil al suelo. La carcasa rota. Volvemos a empezar. Así es Susana…
Día gris… resaca… aeropuerto… ella… Lole en la cocina… mentira… y yo un ricachón, un mediocre escritor forrado… qué letras… qué es eso de libros… ¡chorradas! Uno, dos, tres… memoria, de nuevo ella, y yo de nuevo entre sus trampas. Estúpido, idiota…
Camino hacia la cafetería donde solía esperarme antes. El aeropuerto desierto, dos azafatas que ya deberían jubilarse delante de mí; tacones bajos, piernas cortas, caderas anchas, moño…entre canas el pelo… esto no son azafatas. Una mancha verde, pelo rubio, ahí está, ella… En mi garganta un nudo, no sé qué decirle. Me paro en seco, por qué no regreso, pienso; que se vaya a un hotel, ya vendrá su arquitecto a buscarla. Dos segundos; me pesan los párpados. ¡Maldita fiesta! La veo mirando el reloj. “Llevas mucho tiempo esperando” pregunto con voz ronca, débil. Se gira rápidamente, sorprendida. Se arroja a mis brazos, me besa en la boca…
…Me la tiro y luego que se largue.
Dos francesas en minifalda, tres copas de Martini, un asiento vacío. Yo solo, ella ya se largó hace cuatro horas, al Sol Meliá. Llamó a la arpía de Adela y quedó con ella en Guadalajara mañana, ya que como ella dijo, ese capullo (o sea, yo) no ha cambiado en absoluto. Suelo frecuentar este bar desde que era un niño; el tío Nando solía traerme aquí, pedirme unos churros con un chocolate que no me gustaba y hablar con ese tipo raro que para entonces no era nadie, ese bohemio que se sentaba en la última mesa de atrás; ese A.G., que un par de años después se convertiría en uno de los poetas más importantes del momento, aunque no por mucho tiempo. No era muy bueno.
Las francesas me miran, sonrío, me entristezco; llamo al camarero, le digo que les ponga unas copas de mi parte, aunque todavía tienen los Martini… me levanto, dejo un billete en la mesa, ellas me miran; él vuelve, mesa completa. Aquí, yo sobro.
Voy a dar un paseo por la calle Odonnell. Cuando llego ya es muy tarde, pero está abarrotada, me gusta ese bullicio de gente aburrida que sale a la calle en buscar de algo que se inventan. Luces de tristeza y sombras bailan tangos en el gris asfalto, escaparates viejos, caras manchadas de dolor en las aceras, caras que me miran. Una escama de años en los ojos, inmortal. Sigo caminando sin rumbo fijo, sin pensar en nada, todo corre como un verso mal escrito, deprisa. Pienso en ella, en el Meliá, en el arquitecto… Odonnell, un poco más de media noche.
Me pierdo en las calles de Madrid, camino sin pensar, sin mirar. Los esqueléticos arboles me rodean, los bancos, los perros que padecen insomnio, el aire apestoso, los ronquidos de los mendigos; todo sombras. Una calle que conozco, olvidada, una calle de mi infancia.
Cheer`s bar. Un cartel gris al fondo de una calle estrecha, entre edificios derruidos por el olvido. He estado aquí, pienso, con Nando tal vez… Decido entrar para tomarme una copa. La puerta cruje. Ocupo una mesa pequeña en una esquina, el sitio no es agradable, paredes desnudas, olor a humedad y aceite quemado. No es de los sitios que suelo frecuentar. Se acerca el camarero. “un whisky, por favor” El lugar está vacío, solo hay una encorvada sombra sentada frente a la puerta de los baños. Una pluma (montblanc) en mano, unas cuartillas en la mesa y su perfil que veo a contra luz, por culpa de los faroles, me recuerda a alguien conocido. Un fantasma viejo que ronda mi mente. Versos… minifaldas francesas, pies largos… azafatas viejas… una imagen en mi mente, y su nombre A.G. ¡Si, ya recuerdo, es él! ¡El viejo amigo de Nando, el poeta…! No puedo creérmelo, aún está vivo este vejestorio… El camarero me trae el whisky y lo deja en la mesa sin cuidado, el vaso está sucio, una hormiga borracha flota en el líquido. Dejo el vaso. Decido irme, ya es tarde. Me levanto y sin querer rozo el vaso que cae al suelo y se hace añicos, el liquido se derrama, la hormiga sale corriendo; el camarero repara en ello y pone los ojos en blanco, el viejo se gira y observa extrañado, me mira… veo que piensa algo… me reconoce, sonríe; yo me quedo mirándolo atónito, parece tener una edad descomunal, pero sé que es él. No lo saludo. Pago la bebida y la copa rota, me voy. Ha pasado un día. Han pasado mil años. Noventa inviernos en un solo rostro… A.G. el poeta olvidado.
Me despierto, resacado, se me estalla la cabeza… ¡maldita fiesta! He soñado con los hijos de los vecinos, con los trillizos; estaban ciegos, los rostros mutilados, las extremidades colgando como rotas… pero en cambio jugaban a bádminton. Cada vez que uno de ellos le daba al volante (no sé cómo), lanzaba un grito para prevenir al otro, entonces el siguiente corría y daba un nuevo golpe lanzando de nuevo el grito y, así constantemente. Yo, los observaba desde arriba, volando. Me rodeaban pájaros negros que picaron mi paracaídas provocando así mi caída sobre las ramas de un árbol, sintiendo un dolor intenso, yo gritaba… luego me desperté. Una pesadilla. Resacado.
Bajo y abro la puerta, cojo en el porche el periódico, 12 de enero del 2008. Me dirijo a la cocina; pan del día anterior con café amargo, un chorro de leche. No percibo el sabor de nada. Abro el periódico por la última página… paso un par de ellas… de pronto veo un nombre conocido, una breve columna, imperceptible: El poeta Ángel González, moría con ochenta y tres años en su residencia, la pasada madrugada. Después de una vida ejemplar (aunque menos reconocida de lo que merecía) este artista nos abandonaba dejando en todos un gran vacío, pero sin dejar de recordarnos que su espíritu, su voz y sus pensamientos siempre estarían vivos mientras un libros suyo se abriera para ser leído.
No me lo podía creer, ese viejo sonriente y decepcionado, carente de inspiración, al que yo había visto diez días antes en Cheer, estaba muerto. Me dio mucha lástima esa noticia. Arranqué la página del periódico y la arrugué tirándola a la basura. Con la muerte de ese hombre, algo desconocido se ha desprendido de mi ser… algo de todos esos miles de recuerdos, perdidos en la memoria, algo de incalculable valor.
Me visto y salgo a la calle, hace un tiempo extraño. Pienso en Susana. El ruido de una risa, familiar, femenina, me llega detrás de mi… me giro con las esperanza de nosequé… pienso que es ella… observo a la chica que se ríe, hablando por teléfono; nos miramos por un instante, se parece a alguien, a Susana no. La observo callado y quieto en medio del paseo de El Prado… la mujer se ríe escandalosamente y esa risa, molesta, imperfecta, desacorde con su cuerpo y su glamur, me da vida, la sigo observando y veo que se le cae, deslizándose, suave, por la seda de la blusa, como por voluntad propia, una cadenita con un anillo infantil. Me acerco y la cojo, la sostengo en mis manos y entonces entiendo……… Corro para alcanzar a la muchacha, que ya no habla por teléfono y cruza la calle a prisa, la alcanzo ya en el otro lado, y rozo suavemente su codo preguntando “esto es suyo, verdad” la mujer mira extrañada la palma abierta de mi mano y ve la cadena, de pronto se toca el cuello, el pecho… y al no encontrar nada sonríe sorprendida, agradecida “pero… como…como usted… supo…que… la…” “tranquila, vi como se le caía, cójala” un silencio inquieto, el momento previo al flechazo, sombras de nubes en los tejados de Madrid, un gramófono ronco, una sombra, sonrisas, nosotros, ella, yo… pareados que susurran de su muerta boca ternura inconcebida, un fado, lindo. “Quiere tomarse una copa” pregunta, “Sí, claro” respuesta… entonces reparo en el lugar en el que me encuentro, al lado de un bar que se llama New Cheer………… entramos en él y, he aquí un momento nuevo, una eternidad en un segundo, el día en la noche, todo; la noche en el día, eterna… y somos un cuadro verdegrís en los vidrios oscuros de la vida.
Dimas P.
17.03.09
El avión sale a las 12:55. Estoy en el apestoso metro. La gente camina empujando, pisando el barro sobre los adoquines, respirando fuerte, sin mirar, caminando como poseídos por una fuerza que les impulsa a ninguna parte. Al fin, siempre.
Interrogantes, comas, versos de Ángel González, frases, pretérito pluscuamperfecto, dos por dos: diecisiete, un colibrí en el metro, la voz ronca de una mujer en el gramófono, una pintura verdegrís en los cristales, un tango, diez duros en el bolsillo. Siempre llego tarde; dos taconazos… y esto es Gloria. Los interrogantes de la eternidad. El metro, San Fernando, nueve de la mañana. Una comedia ligera. Siempre tarde…
Miau, mi gato, araña la puerta del dormitorio. Negro y astuto, el de Maestro y Margarita. Pan del día anterior con café aguado, sin azúcar, un chorro de leche. Estoy como un zombi; un día asqueroso. Camino desnudo sin rumbo fijo por la casa, las cortinas corridas, todo polvoriento; vasos, latas de cerveza y comida por todos sitios; la fiesta de anoche. Laura, Javier, Paolo, Luci, otros cuatro muchachos que vinieron a medianoche, Mario y Lole besándose en la cocina; las luces tenues, los porros, el vodka con zumo de tomate, ruidos en el patio interior… Susana. No me apetece recoger la mierda ahora.
Miro a Miau, desvía la mirada. Voy a la biblioteca. Se me parte la cabeza, los ojos hinchados, el gusto a tabaco y aliento de disculpas, mentira… Susana siempre es así, siempre; ya estoy acostumbrado.
La puerta está abierta, docenas de libros rotos en la alfombra turca, papeles manchados de whisky, borrones de letras de desechas obras maestras; más de diez mil volúmenes… menos mal que mi padre ya está muerto. Recojo una hoja, no se entiende una palabra, me siento en el sillón burdeos de la ventana, tarareo un tango de Carlos Cano, suave, muy bajito.
Suena el móvil, no sé donde está, busco en la mesa, no; en la estantería de Platón, tampoco; entre los papeles del suelo, suena más fuerte, pero no lo encuentro… entre los cojines del sofá, no… en la papelera… Lo cojo, “si” digo con cansancio “Hola nene. Antes de que digas nada, te explico… necesito huir, no puedo, quiero verte. Ahora me arrepiento, todo esto es una mierda…” “Dónde estás” pregunto “En el aeropuerto, en Barajas … Te espero.” Cuelgo el teléfono sin decir nada. Me apoyo en la pared, tiro el móvil al suelo. La carcasa rota. Volvemos a empezar. Así es Susana…
Día gris… resaca… aeropuerto… ella… Lole en la cocina… mentira… y yo un ricachón, un mediocre escritor forrado… qué letras… qué es eso de libros… ¡chorradas! Uno, dos, tres… memoria, de nuevo ella, y yo de nuevo entre sus trampas. Estúpido, idiota…
Camino hacia la cafetería donde solía esperarme antes. El aeropuerto desierto, dos azafatas que ya deberían jubilarse delante de mí; tacones bajos, piernas cortas, caderas anchas, moño…entre canas el pelo… esto no son azafatas. Una mancha verde, pelo rubio, ahí está, ella… En mi garganta un nudo, no sé qué decirle. Me paro en seco, por qué no regreso, pienso; que se vaya a un hotel, ya vendrá su arquitecto a buscarla. Dos segundos; me pesan los párpados. ¡Maldita fiesta! La veo mirando el reloj. “Llevas mucho tiempo esperando” pregunto con voz ronca, débil. Se gira rápidamente, sorprendida. Se arroja a mis brazos, me besa en la boca…
…Me la tiro y luego que se largue.
Dos francesas en minifalda, tres copas de Martini, un asiento vacío. Yo solo, ella ya se largó hace cuatro horas, al Sol Meliá. Llamó a la arpía de Adela y quedó con ella en Guadalajara mañana, ya que como ella dijo, ese capullo (o sea, yo) no ha cambiado en absoluto. Suelo frecuentar este bar desde que era un niño; el tío Nando solía traerme aquí, pedirme unos churros con un chocolate que no me gustaba y hablar con ese tipo raro que para entonces no era nadie, ese bohemio que se sentaba en la última mesa de atrás; ese A.G., que un par de años después se convertiría en uno de los poetas más importantes del momento, aunque no por mucho tiempo. No era muy bueno.
Las francesas me miran, sonrío, me entristezco; llamo al camarero, le digo que les ponga unas copas de mi parte, aunque todavía tienen los Martini… me levanto, dejo un billete en la mesa, ellas me miran; él vuelve, mesa completa. Aquí, yo sobro.
Voy a dar un paseo por la calle Odonnell. Cuando llego ya es muy tarde, pero está abarrotada, me gusta ese bullicio de gente aburrida que sale a la calle en buscar de algo que se inventan. Luces de tristeza y sombras bailan tangos en el gris asfalto, escaparates viejos, caras manchadas de dolor en las aceras, caras que me miran. Una escama de años en los ojos, inmortal. Sigo caminando sin rumbo fijo, sin pensar en nada, todo corre como un verso mal escrito, deprisa. Pienso en ella, en el Meliá, en el arquitecto… Odonnell, un poco más de media noche.
Me pierdo en las calles de Madrid, camino sin pensar, sin mirar. Los esqueléticos arboles me rodean, los bancos, los perros que padecen insomnio, el aire apestoso, los ronquidos de los mendigos; todo sombras. Una calle que conozco, olvidada, una calle de mi infancia.
Cheer`s bar. Un cartel gris al fondo de una calle estrecha, entre edificios derruidos por el olvido. He estado aquí, pienso, con Nando tal vez… Decido entrar para tomarme una copa. La puerta cruje. Ocupo una mesa pequeña en una esquina, el sitio no es agradable, paredes desnudas, olor a humedad y aceite quemado. No es de los sitios que suelo frecuentar. Se acerca el camarero. “un whisky, por favor” El lugar está vacío, solo hay una encorvada sombra sentada frente a la puerta de los baños. Una pluma (montblanc) en mano, unas cuartillas en la mesa y su perfil que veo a contra luz, por culpa de los faroles, me recuerda a alguien conocido. Un fantasma viejo que ronda mi mente. Versos… minifaldas francesas, pies largos… azafatas viejas… una imagen en mi mente, y su nombre A.G. ¡Si, ya recuerdo, es él! ¡El viejo amigo de Nando, el poeta…! No puedo creérmelo, aún está vivo este vejestorio… El camarero me trae el whisky y lo deja en la mesa sin cuidado, el vaso está sucio, una hormiga borracha flota en el líquido. Dejo el vaso. Decido irme, ya es tarde. Me levanto y sin querer rozo el vaso que cae al suelo y se hace añicos, el liquido se derrama, la hormiga sale corriendo; el camarero repara en ello y pone los ojos en blanco, el viejo se gira y observa extrañado, me mira… veo que piensa algo… me reconoce, sonríe; yo me quedo mirándolo atónito, parece tener una edad descomunal, pero sé que es él. No lo saludo. Pago la bebida y la copa rota, me voy. Ha pasado un día. Han pasado mil años. Noventa inviernos en un solo rostro… A.G. el poeta olvidado.
Me despierto, resacado, se me estalla la cabeza… ¡maldita fiesta! He soñado con los hijos de los vecinos, con los trillizos; estaban ciegos, los rostros mutilados, las extremidades colgando como rotas… pero en cambio jugaban a bádminton. Cada vez que uno de ellos le daba al volante (no sé cómo), lanzaba un grito para prevenir al otro, entonces el siguiente corría y daba un nuevo golpe lanzando de nuevo el grito y, así constantemente. Yo, los observaba desde arriba, volando. Me rodeaban pájaros negros que picaron mi paracaídas provocando así mi caída sobre las ramas de un árbol, sintiendo un dolor intenso, yo gritaba… luego me desperté. Una pesadilla. Resacado.
Bajo y abro la puerta, cojo en el porche el periódico, 12 de enero del 2008. Me dirijo a la cocina; pan del día anterior con café amargo, un chorro de leche. No percibo el sabor de nada. Abro el periódico por la última página… paso un par de ellas… de pronto veo un nombre conocido, una breve columna, imperceptible: El poeta Ángel González, moría con ochenta y tres años en su residencia, la pasada madrugada. Después de una vida ejemplar (aunque menos reconocida de lo que merecía) este artista nos abandonaba dejando en todos un gran vacío, pero sin dejar de recordarnos que su espíritu, su voz y sus pensamientos siempre estarían vivos mientras un libros suyo se abriera para ser leído.
No me lo podía creer, ese viejo sonriente y decepcionado, carente de inspiración, al que yo había visto diez días antes en Cheer, estaba muerto. Me dio mucha lástima esa noticia. Arranqué la página del periódico y la arrugué tirándola a la basura. Con la muerte de ese hombre, algo desconocido se ha desprendido de mi ser… algo de todos esos miles de recuerdos, perdidos en la memoria, algo de incalculable valor.
Me visto y salgo a la calle, hace un tiempo extraño. Pienso en Susana. El ruido de una risa, familiar, femenina, me llega detrás de mi… me giro con las esperanza de nosequé… pienso que es ella… observo a la chica que se ríe, hablando por teléfono; nos miramos por un instante, se parece a alguien, a Susana no. La observo callado y quieto en medio del paseo de El Prado… la mujer se ríe escandalosamente y esa risa, molesta, imperfecta, desacorde con su cuerpo y su glamur, me da vida, la sigo observando y veo que se le cae, deslizándose, suave, por la seda de la blusa, como por voluntad propia, una cadenita con un anillo infantil. Me acerco y la cojo, la sostengo en mis manos y entonces entiendo……… Corro para alcanzar a la muchacha, que ya no habla por teléfono y cruza la calle a prisa, la alcanzo ya en el otro lado, y rozo suavemente su codo preguntando “esto es suyo, verdad” la mujer mira extrañada la palma abierta de mi mano y ve la cadena, de pronto se toca el cuello, el pecho… y al no encontrar nada sonríe sorprendida, agradecida “pero… como…como usted… supo…que… la…” “tranquila, vi como se le caía, cójala” un silencio inquieto, el momento previo al flechazo, sombras de nubes en los tejados de Madrid, un gramófono ronco, una sombra, sonrisas, nosotros, ella, yo… pareados que susurran de su muerta boca ternura inconcebida, un fado, lindo. “Quiere tomarse una copa” pregunta, “Sí, claro” respuesta… entonces reparo en el lugar en el que me encuentro, al lado de un bar que se llama New Cheer………… entramos en él y, he aquí un momento nuevo, una eternidad en un segundo, el día en la noche, todo; la noche en el día, eterna… y somos un cuadro verdegrís en los vidrios oscuros de la vida.
Dimas P.
17.03.09
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